Apenas llega la temporada de verano en el Paraguay, la mayoría de la población ya sabe que volverá a padecer el mismo castigo de todos los años por parte de las principales compañías estatales que proveen servicios básicos como el agua potable y la energía eléctrica, que sufren abruptos cortes en el suministro, justamente cuando estos más se necesitan.
Sufrir altas temperaturas que llegan casi hasta los 40 grados sin tener una sola gota de agua potable, como actualmente ocurre con miles de pobladores de barrios de Asunción y de varias ciudades de la zona Central, Bajo Chaco y otras regiones del país, o padeciendo los continuos cortes de energía eléctrica, que dejan a oscuras y a merced del calor a vastas zonas urbanas, resulta un suplicio inexplicable, en un país que justamente cuenta con abundantes recursos hídricos y energéticos.
Además de las millonarias pérdidas económicas que ocasiona cada corte prolongado de la energía en comercios y fábricas, en varios procesos productivos o financieros, como en la propia economía familiar, al echar a perder alimentos y productos que ya no se pueden conservar en heladeras y congeladoras, la interrupción también afecta a hospitales y centros sanitarios, a sistemas de comunicación y seguridad pública.
Como está visto, en el país de los más grandes ríos y reservas acuíferas del continente, como de las mayores presas hidroeléctricas, el problema no es de escasez de agua y de energía, sino de la incapacidad de gestión por parte del Estado para hacer llegar estos servicios a la población. Es el costo de tantos años de mala administración pública, de entidades sometidas al manejo prebendario de los poderes políticos de turno, de ser vulnerables a la corrupción y a los robos descarados, sin que exista una verdadera política de modernización y desarrollo que garantice el bien común.
En el caso de la ANDE, el reciente nuevo incendio que se produjo el martes en la subestación de Tres Bocas, en Villa Elisa, dejando a oscuras a cerca de 30.000 usuarios, revela que el problema va a continuar, ya que las propias autoridades reconocen que no tienen medios de ofrecer un mejor servicio, al verse desbordados por el aumento del consumo y la precariedad de sus sistemas de distribución.
Por el momento, siguen apagando incendios, pero lo que se requiere es que las autoridades del Gobierno, aparte de preocuparse por ambiciones políticas coyunturales, emprendan acciones que aporten reales soluciones de fondo.