06 may. 2024

Perú intenta emerger del lodo, pero las lluvias arrecian

AFP

Impotencia.  Un peruano observa sentado a orillas del río Rímac, que se llevó su vivienda.

Impotencia. Un peruano observa sentado a orillas del río Rímac, que se llevó su vivienda.

LIMA - PERÚ

Perú intentaba reponerse ayer de los estragos causados en sus costas por avalanchas de lodo y piedras así como por el desborde de ríos que, tras haber golpeado la capital, se ensañaban nuevamente con la zona norte, inundando ciudades y cortando carreteras.

El sábado, una turbia y potente riada llegó hasta el mismo centro de la ciudad de Trujillo, la tercera más importante del país, colmando sus calles y obligando a la ciudadanía a descalzarse y a abrazarse unos con otros para poder atravesar las calles sin ser arrastrados. Los “huaicos”, como se conoce en Perú a las avalanchas que descienden de los cerros tras fuertes lluvias o desbordes de ríos, volvieron a deslizarse como serpientes de lodo por las calles de la ciudad, arrasando todo a su paso: viviendas, pertenencias, personas.

Varado. “Estoy más de 5 días varado en Trujillo. Tengo a mi familia que vive en una zona de Lima afectada por los huaicos pero no tengo comunicación. Somos más de 500 personas varadas aquí. No tenemos probabilidad de viajar.

Solo esperamos, no nos queda otra”, dijo a radio RPP el pasajero Ernesto Álvarez.

Las lluvias tampoco cesaban en el norte. En Piura, las calles volvían a anegarse tras el incesante llanto de El Niño Costero, un calentamiento del mar frente a la costa peruana, que genera alta evaporación y nubes cargadas. Las precipitaciones generan avalanchas desde las alturas andinas e incrementan el caudal de los ríos, que se desbordan y destruyen todo lo que se interponga, en busca del mar.

rímac, el río que habla. En épocas normales, el barullo del río se cuela tenuemente por las ventanas. Pero cuando crece, el caudal se transforma en un monstruo de lodo que se traga a la gente y a las casas. Así es vivir al borde del río Rímac, en Lima.

Rímac, en quechua, quiere decir hablador. Así le decían los indígenas por el ruido que hacía en tiempos de crecida, arrastrando piedras a su paso. Claro que a ellos no se les ocurrió irse a vivir al borde de este coloso que en vez de hablar, a veces grita. La necesidad y el crecimiento urbano desordenado de la capital llevaron a cientos de personas a instalarse allí.

Ya van 72 muertos desde enero y más de medio millón de afectados por este fenómeno. Para algunos especialistas, en esta caso, las riadas son efectos del cambio climático.

Hay 811 distritos en emergencia de los más de 2.800 que tiene Perú.

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