El hacinamiento que trajo la superpoblación del penal los empujó a cumplir el encierro impuesto por la Justicia, con una particularidad: están al aire libre.
Los pasilleros están esparcidos en un patio de alrededor de 50 metros en ambos laterales, durmiendo sobre frazadas. En el pasillo, el derecho a un techo es un lujo; los internos viven expuestos a la lluvia y al intenso calor.
El año pasado se llegó a la cifra de 500 reclusos, pero este año se redujo; por un lado, a una parte de ellos se les trasladó al penal Juan Antonio de la Vega de Emboscada y otros salieron en libertad.
“Acá, la vida es pesada. En realidad, en toda la cárcel la vida es pesada. Lo que más cuesta es cuando llueve, tenemos que ir hacia el tinglado, pero ahí no cabemos todos”, contaba Ricardo Ortiz, uno de los pasilleros que accedió a hablar. Desde hace seis meses que está en el pasillo y no quiere contar con detalles del porqué está preso. Dice que tiene un mes más en la cárcel.
Sostiene que es su primera entrada en la cárcel y con estar en el pasillo ya cumplió la deuda que tiene con la sociedad. “Ya pagué mi castigo por estar en este lugar. Acá hay que cuidar lo poco que uno tiene. Se roba mucho en el pasillo; una galleta puede ser motivo de robo”, explica.
Pero Ricardo asegura que ninguna de las precariedades se compara con la humillación que siente un reo en el momento de querer utilizar el baño. “Si no aguantás, le caminás un poco. Te pasa un poco y esperás que salga el otro para usar el baño comunitario”, agregó.
Alberto Salcedo está desde hace tres años y veinte días en el pasillo. Es uno de los pobladores antiguos. Se lo ve muy deteriorado físicamente; como la mayoría de sus compañeros pasilleros, tiene problemas con la droga y en un visible detrimento de su salud mental. “Dormimos en el piso, porque no tenemos pabellón. En el pabellón Libertad están bolivianos, brasileños, colombianos, que viven como reyes y a nosotros, que somos paraguayos, nos tratan como animales”, se quejaba el hombre al percatarse de la recorrida de un equipo de ÚH por el pasillo.
Aumentó con el crac. El director del Penal de Tacumbú, Artemio Vera, explicó que los pasilleros empezaron a existir allá por el año 2002, siendo un grupo reducido de internos, pero que a partir del 2004 comenzaron a masificarse, coincidiendo –según él– con el auge del crac en la sociedad. “La mayoría de los que están en el pasillo vienen por delitos como robo o hurto. Pero hace un tiempo, se viene dando que a la par de esos delitos, son imputados por tenencia ilegal de drogas y eso hace que pasen más tiempo dentro del penal. Porque ya están procesados por dos delitos”, indicó el director.
Vera reconoció que los internos que viven en el pasillo pasan la vida en condiciones lamentables, pero aseguró que a pesar de querer llevarlos a otro sitio, muchos de los pasilleros optan por volver a su lugar. “En muchas ocasiones, torciendo reglamentos ante la desesperación de una madre, los trasladamos. Pero no aguantan ahí, vuelven al pasillo. Es un problema complejo, no es tan sencillo”, expresó el director, quien aseguró que tienen la meta junto con la ministra, Sheila Abed, de reducir a cero el número de los pasilleros.