Uno los conceptos repetidos con frecuencia días pasados, en el marco del tratamiento de la ley contra toda forma de discriminación, fue el de ideología de género. La misma afirma que la diferencia entre hombre y mujer es un hecho social –una construcción– antes que algo biológico. Con esa perspectiva, la llamada “orientación sexual” tiene más peso que el sexo biológico de las personas. En este sentido, existen definidos cerca de 30 géneros según la “orientación” de cada quien, entre ellos, lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, travestis, transgénero e intergénero.
Hasta aquí todo bien, pues se trata de una teoría más en el universo de pensamientos existentes en la actualidad. El problema de presenta cuando se pretende imponer esta ideología en todos los niveles, incluso el educativo, a través de leyes preparadas e impulsadas por organismos internacionales, entre ellos las Naciones Unidas y la OEA, con el apoyo de multinacionales con cuestionados intereses.
A esto habría que sumarle el hecho de que hasta las ayudas económicas a países en vías de desarrollo, como el nuestro, están condicionadas con la aprobación de legislaciones estructuradas con esta ideología, recibida en forma acrítica por muchos educadores y políticos. Y la situación se vuelve más delicada, y hasta peligrosa, cuando quien se opone a esta teoría y sus principios es calificado de discriminador, homofóbico o retrógrado, como de hecho ocurre en nuestro país.
Esta semana, la prensa se hizo eco de un caso preocupante. Un padre de familia fue arrestado en Alemania por negarse a enviar a su hija a clase de educación sexual con ideología de género –teoría cuestionada a nivel científico médico– en la que, entre otras cosas, se enseña a los niños pequeños a que su identidad sexual es “algo que deben reflexionar”, es decir, pensar si quieren seguir siendo varón, mujer o si desean tener otra identidad, pues su “género aún no está determinado”. Y hablamos de chicos de 6 años de edad, donde este tipo de educación solo termina confundiendo y generando angustias. Lamentablemente, estos casos son frecuentes en países en donde legislaciones con este marco ideológico terminan también violando el derecho básico de los padres a elegir la manera y el contenido para la educación de sus hijos.
Siempre será saludable, y hasta necesario, mantener una postura crítica ante ideologías que promueven una mirada reducida e irracional de la persona y su sexualidad, y, en este caso, que ponen en jaque un derecho tan valioso e irrenunciable como el de la libertad de educar.