Son tiempos complicados para el ciudadano lambareño. Hace unas semanas todo en la ciudad seguía su curso natural, el curso de siempre: los baches crecían y se multiplicaban, el tránsito empeoraba, la basura se acumulaba y las paredes de a poco iban llenándose nuevamente de nombres de políticos con las mismas promesas de hace cinco, diez, quince años.
El camino a la re-reelección como intendente de Roberto Cárdenas parecía libre. El candidato opositor, el liberal Armando Gómez, no parecía constituir una amenaza muy grande a la maquinaria colorada. Para colmo, en plena campaña electoral la Fiscalía imputó a la esposa y cuñada de Gómez por una presunta estafa de tres millones de dólares, por lo cual ahora lo acusan de utilizar el dinero malhabido en su candidatura.
La campaña por la intendencia transcurría en esa tesitura cuando el techo de un aula del Colegio Nacional de Lambaré se derrumbó y con aquellas tejas también cayó al piso la imagen de Cárdenas. Pocas veces se pudo ver con tanta crudeza el costo social de la corrupción. Aquellas imágenes de estudiantes heridos entre los escombros fueron más que suficientes para encender la mecha de la indignación de ciudadanos que por tantos años maldijeron por lo bajo al intendente, al cruzar cada bache, cada calle inundada.
Tras el derrumbe, los ciudadanos descubrieron cómo Cárdenas rifó el dinero destinado a la educación en la intendencia: sobrefacturaciones, pago por obras inconclusas y dudosas adjudicaciones a cuestionadas empresas sin licitaciones de por medio, son algunas de las perlitas que nos deja la gestión del intendente colorado.
A pocas semanas de las elecciones, las opciones que tienen los lambareños no son muy esperanzadoras. Por un lado está un hombre imputado por presuntos hechos de corrupción y responsable de los últimos diez años de podredumbre institucional. En la otra esquina, el candidato liberal por lo menos está libre de procesos penales (por ahora), pero tampoco representa una gran alternativa de cambio.
Lambaré es el reflejo de un país cambiante, de una sociedad que está preparada para entrar a la modernidad y una clase política que se empecina en utilizar el Estado como un medio a la riqueza individual. Algo parece haber despertado entre la gente en Lambaré. Son tiempos complicados para el ciudadano lambareño, pero también emocionantes.