19 may. 2025

La derrota cartista activó la implosión de la mafia judicial

Estela Ruiz Díaz

El claro triunfo de Mario Abdo Benítez sobre el candidato de Horacio Cartes en la pugna por la candidatura presidencial tuvo una derivación que va mucho más allá de la definición de la chapa colorada: abrió la compuerta para extirpar uno de los tumores más purulentos de la corrupción político-judicial representada por el senador oficialista Óscar González Daher, dueño y señor feudal del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados.

Esto no hubiese sido posible si ganaba Santiago Peña, porque la victoria del delfín implicaba la consolidación de la hegemonía cartista, caracterizada por la cooptación y sometimiento institucional. Los reveladores audios difundidos por radio Cardinal muestran en forma descarnada cómo opera esta mafia, sus tentáculos que llegan al mismísimo Palacio de Gobierno. Son pruebas del tráfico de influencias, el chantaje, el apriete, el arreglo desvergonzado de los casos judiciales y castigos políticos con imputaciones por doquier.

Tal fue el olor nauseabundo al destaparse la olla que el Senado, en una decisión inédita e histórica, le aplicó la pena máxima: la pérdida de investidura. González Daher está sin fueros hasta junio y hasta el momento hay una tibia respuesta de la Fiscalía que apenas lo convocó en calidad de investigado, mientras que su tenebroso secretario, Raúl Fernández Lippman, ya fue imputado por tráfico de influencias.

Hay mucho por desmontar de esta gigantesca red de corrupción que salpica en todos los ámbitos. Es apenas la punta del iceberg que requiere una contundente respuesta institucional que no existe: la Fiscalía General del Estado es un apéndice más y la Corte Suprema de Justicia es cómplice por acción u omisión. ¿Cómo es posible que los demás miembros del JEM no hayan jamás alzado la voz en alguna sesión al menos para balbucear las sospechas sobre su actuación?

Otro que camina en la cornisa es el inescrupuloso senador oviedista Jorge Oviedo Matto, también salpicado por los audios. Pidió permiso como miembro del JEM y por ahora sigue en el Senado, que no se animó aún a castigarlo.

El caso González Daher desnudó como nunca la debilidad institucional del Poder Judicial y el Ministerio Público, con el guiño cómplice del poder de turno. El luqueño tiene una dilatada carrera política y ocupó todos los espacios que la militancia colorada exige. Pero es en el Congreso donde consolidó su poder. Lo supo desde que ganó un escaño en Diputados en 1998. Ya entonces supo que debía afincarse en el JEM y así lo hizo. Un reinado que mantuvo dos décadas estando dentro o fuera de la institución.

ABRAZO EN SUSPENSO. El sonoro escándalo de los audios dejó en segundo plano la disputa colorada. Sin dudas, la diferencia de 84.000 votos que obtuvo Mario Abdo sobre Peña alejó sospechas y dejó al oficialismo sin margen de maniobras.

Cartes aún no digirió la derrota. No es fácil asumir tal realidad para un hombre que en 4 años y medio lo resolvió todo con chasquido de la billetera, que esta vez no tuvo la efectividad esperada. Son misterios de la política que comprenden solo quienes tienen la capacidad de ver sus señales con humildad e inteligencia. Se le alertó en todos los colores que su candidato no tendría la llegada suficiente y que el voto joven en el que puso sus esperanzas era una expectativa exagerada. Nadie se animó a decirle que el anticartismo crecía geométricamente gracias a esa gestualidad tiránica que demostraba en los actos públicos. Cartes pagó muy caro su soberbia y los caudillos, su absoluta sumisión.

Ahora el presidente intenta contener la tropa. Sabe que a partir del 17 su poder es bicéfalo. Por eso el viernes bajó líneas en Honor Colorado, cuando vio que las movidas de Marito buscaban dejarlo fuera del juego. Tiene la ventaja de la obediencia debida... por ahora. Pedro Alliana ya posaba gustoso en fotos con los disidentes, pero Cartes le bajó el copete y le prohibió contactar con Marito. “Acá mando yo. Y Marito debe hablar primero conmigo”. Al pilarense le recordó que los disidentes le ningunearon desde que asumió, razón suficiente para que el diputado olvide su investidura y vuelva a calzarse el sayo de gerente de la ANR. Los jefes partidarios mantuvieron silencio. Fallaron en la misión principal. Le prometieron un triunfo contundente y allí estaban cabizbajos rumiando la derrota. Como en un ritual de sanación, Honor Colorado se autoconvenció que perdió solamente la mitad de la disputa: “perdimos la chapa presidencial, pero nosotros ganamos el Senado, las diputaciones y las gobernaciones. Queremos respeto, tenemos 500.000 votos”.

La conferencia de prensa fue confusa. Cuatro voces lamentando lo mismo. Alliana estuvo secundado por Gneiting, Peña y Hugo Javier, el locutor que ascendió escalones partidarios por su triunfo en Central. Los cartistas hablaron como víctimas. “Hay muchas amenazas, imposiciones y no vemos ningún sesgo de humildad de parte de los ganadores”, se lamentó el ex candidato vicepresidencial. Luego denunciaron que los disidentes supuestamente empezaron la cacería de cargos y licitaciones. El presidente activó un blindaje en los ministerios. “No cambia nada”, dijo y les prohibió contactos con miembros de Colorado Añetete.

Al presidente le molestó cuando Marito aclaró que no usará “su dinero”. En los encuentros en el Senado, los cartistas, en medio de las felicitaciones de rigor, le recordaron que sin el apoyo explícito de Honor Colorado corre el riesgo de perder las presidenciales porque la oposición entera está unida bajo la chapa PLRA/Frente Guasu. “Acordate lo que pasó en el 2008". Ya le mostraron los números y le advirtieron que baje el tono de su orgullo. “Llamale al presidente”, le aconsejaron olvidando una regla de oro tras una contienda: el vencido es el que llama al vencedor.

En la disidencia reina la calma que da la victoria. Confían que los electos se unirán a la Lista 1 sin tantos condicionamientos. Los candidatos a gobernadores son el eslabón más débil. Están atados al presidente en términos presupuestarios. O sea, ahora dependen de Marito y no de Cartes. En cuanto al electorado, hacen cálculos positivos. Creen que se volcará hacia el ganador a pesar de un eventual boicot. El peso de la tradición fue determinante, evalúan. Por eso un disidente descalificó el abroquelamiento cartista y minimizó los efectos: “los que traban el abrazo republicano no son colorados. Ni Horacio ni Peña ni Alliana”.

Es tiempo de reacomodos. Es normal que tanto Mario Abdo como Cartes se mantengan aún en la esquina del cuadrilátero, ratificando sus liderazgos, analizando cuánto van a ceder. Pero en esta pulseada, Cartes no puede exigir más. Perdió la elección clave y eso en política no se discute. Sabe que en breve tendrá que posar sonriente con su adversario. “Somos Lista 1".

BOLA DE NIEVE. En tanto, el escenario está alterado por los audios. ¿Qué revelaciones nuevas deparan? ¿Quiénes serán los nuevos protagonistas? ¿Quién caerá ahora? ¿Quiénes están detrás?

La clase política y sus corruptos tentáculos en la Fiscalía y el Poder Judicial por primera vez perdieron el manejo de la agenda y el clima político en la última semana del año seguirá muy caliente, obligando a los actores a tomar decisiones dolorosas, a soltar manos, a romper viejas alianzas porque al amigo se acompaña hasta la puerta del cementerio.

La liberadora revelación del tráfico de influencias, la caída de uno de los hampones políticos más perversos y la ruptura de una hegemonía que asfixiaba en todos los ámbitos, convierte a esta Navidad en un punto de inflexión para la recuperación institucional.

Está aún por verse si la clase dirigente de este país se pone a la altura de los acontecimientos y se juega el pescuezo para iniciar el largo, incierto y azaroso camino del fin de la impunidad.

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