19 abr. 2024

Exposición erige un “muro de mochilas” de migrantes en respuesta a Trump

Un “muro de mochilas” abandonadas por decenas de migrantes que atravesaron el desierto de Sonora para llegar a Estados Unidos, y que sigue hoy acumulando piezas, se erige en una exposición en Nueva York como respuesta a la política migratoria del presidente Donald Trump.

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Foto:

EFE

“Cada mochila representa a una persona que cruzó al otro lado; la mayoría lo consiguieron, pero algunos pudieron morir”, relata a Efe el fotógrafo Richard Barnes, uno de los creadores de la muestra “Estado de excepción”, que permanecerá en la Escuela de Diseño Parsons hasta el 17 de abril tras cinco años de itinerancia.

Junto a las mochilas, otras pistas se van sumando a un repertorio que sigue la huella de los migrantes indocumentados, como ropa destrozada y testimonios e instantáneas tomadas por ellos mismos en un camino plagado de obstáculos, miedos e incertidumbre.

“Estado de excepción” se basa en un proyecto de investigación del antropólogo Jason de León, de la Universidad de Michigan, quien desde 2009 ha recogido objetos y entrevistado casi a mil personas que atravesaban el área fronteriza entre México y Estados Unidos o trabajaban en los aledaños.

La exposición toma prestado su nombre de una teoría del filósofo italiano Giorgio Agamben sobre el vacío legal que se genera en las fronteras: “Los migrantes están luchando contra un Gobierno y unas leyes, pero no tienen derechos”, desgrana el investigador.

“Sabemos por muchos años que en EE.UU. estaban usando el desierto de Sonora para parar el flujo de inmigración y para hacer daño a los cuerpos de los inmigrantes”, denuncia.

Según De León, el arte ofrece a los datos científicos una “posibilidad nueva para hablar” de estas historias a “gente que no va a leer un libro de antropología o no tienen intereses en la migración”.

Mignaliz Vega, puertorriqueña, acudió esta semana con varios compañeros de su iglesia local en el cercano estado de Delaware, todos ellos latinoamericanos y conocedores del viaje sin garantías que muchos emprenden para entrar ilegalmente en el país.

“Afortunadamente, yo no tuve que cruzar”, cuenta la visitante, aunque ha escuchado las vicisitudes de miembros de su comunidad que sí se enfrentaron al trance de llegar a la frontera.

“Cuando uno conoce estas historias de cerca, es impresionante” ver “las cosas que dejan cuando salen corriendo” por la presencia de las patrullas, añade Carlos, otro visitante, de nacionalidad colombiana.

Observan decenas de mochilas expuestas, algunas sin más información sobre la vida de sus dueños que el escudo de su equipo de fútbol mexicano favorito y otras cuyos propietarios escribieron sus nombres con letra infantil en fluido corrector blanco.

“Afecta mucho a la gente que lo ve, pero para mí lo importante era poner las mochilas en un espacio con las voces de los migrantes”, explica De León, en referencia a los fragmentos de entrevistas que emiten algunos altavoces escondidos.

Del interior de bolsas surge una voz de mujer que cuenta su experiencia con un coyote: “Estuvimos un día completo y esperamos hasta las 9 de la noche, nunca regresó y caminamos hasta el pueblo, tardamos 5 o 6 horas...”.

En una vitrina, junto a latas y botellas erosionadas por el sol, estampas de la Virgen de Guadalupe, pastillas y pequeños zapatos desgastados, sobresale un biberón. “Cruzan con bebecitos”, comenta Carlos compungido.

Para la artista Amanda Krugliak, cocreadora de la muestra, estas pertenencias reflejan la “normalidad” de las vidas de los migrantes, algo que ha inspirado a cientos de visitantes a “hablar más abiertamente sobre su experiencia”, desde Arizona hasta Detroit, donde hasta los niños “querían compartir sus historias”.

“El público se asombra” positivamente con el mensaje de “humanidad” y respeto por los derechos humanos que transmite, continúa Krugliak, si bien hay reacciones diversas en función del impacto de la inmigración sobre las comunidades de los visitantes.

Aquellos contrarios a la reforma inmigratoria del expresidente Barack Obama, especialmente en áreas cercanas a la frontera, se declaran “molestos” y claman que “los ciudadanos del norte no entienden” el conflicto, conviene Barnes.

“Todo el mundo tiene una opinión sobre la inmigración pero muchos no entienden muy bien cómo es el proceso, cómo es la vida del inmigrante, cómo se sufre en el desierto”, apunta De León.

Los tres responsables de la muestra coinciden en que desde la victoria electoral de Donald Trump la preocupación se ha extendido entre los migrantes. “De alguna manera, sus políticas han funcionado porque tienen miedo”, dice Barnes.

“Muchos de los guías (en Chiapas, México) que conozco en este momento no tienen trabajo, están (...) esperando qué va a pasar con Trump. Los inmigrantes no quieren venir y pagar el dinero porque no saben lo que va a pasar al otro lado, están preocupados por las deportaciones”, concluye.

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