“Y el liderazgo sin valores, ¿qué es? –la pregunta le salió del alma, y continuó–: Porque veo que hay grupos empresariales que amasan fortunas y que son ‘líderes’ en sus industrias, contratan ‘líderes’ que dirijan sus empresas, y sus fundadores y/o directores son considerados ‘líderes’ por su capacidad de crear conglomerados de empresas exitosas”.
Los llamaba líderes, porque tiene claro que lo primero que define a un líder es la capacidad de obtener resultados y destacarse por ellos. Se estaba refiriendo a esos líderes hábiles que se ven por su conducta decidida, visionaria, orientada a la acción. Se identifican por sus habilidades para influir y convencer a grupos importantes de personas, a proponerse objetivos elevados y obtener resultados acordes.
Vivimos una era de adoración a líderes hábiles y les perdonamos que no persigan el bien común con el argumento de la practicidad. Ante tanto desencanto estamos dispuestos a aceptar resultados sin los valores.
Pero un “líder hábil con valores”, que representa ideales, sueños y aspiraciones, no se ve solo por su conducta y por sus resultados, sino por los efectos de sus acciones y de esos resultados en beneficio de la sociedad. Son los que, por ejemplo, no dudan en cumplir con las leyes sin que se lo exijan.
Atrapados por el tema nos rendimos a Google, “la palabra ‘valores’ viene del latín ‘valere’ que significa SER FUERTE y alude a los comportamientos que le permiten al ser humano realizarse a través de su conducta. Son cualidades y creencias que vienen anexadas a las características personales y que determinan en qué sentido y dirección hará sus elecciones de comportamiento”.
Elegimos cómo actuar desde nuestra escala de valores, buenos o malos. Cuando los valores se refieren a necesidades humanas que representan ideales, sueños y aspiraciones, perseguirlos nos da satisfacción y plenitud a quienes nos educamos en ellos. Aunque vivamos en una sociedad donde exista mucha corrupción, la honestidad sigue teniendo valor, y al apegarnos a ella estamos haciendo nuestra parte en la construcción de nuestro ideal de sociedad.
Realizarnos como líderes hábiles, pero con valores, en nuestro país requiere de una fortaleza radical al estilo de Jesús en la escena con los mercaderes del templo.