01 may. 2025

El guardián contra la hipocresía

Blas Brítez – @Dedalus729

La batalla del bosque de Hürtgen, de setiembre de 1944 a febrero de 1945, infligió a los Estados Unidos 33.000 bajas hacia el final de la Segunda Guerra Mundial. Fue la batalla más larga que libraron en la historia. La inocua estrategia ideada en los “días embriagadores del optimismo aliado de finales de verano de 1944", como escribió el historiador militar de dicha batalla, Edward. G. Miller, fue en realidad una fatídica decisión que envió a la muerte a ingentes cantidades de soldados, la mayoría de ellos de reemplazo: jovencitos de 18 años sin experiencia, cagados en las patas.
Cuando la 4ª División llegó al Infierno Verde, llevaba encima veinte batallas, incluida la traumática del Desembarco en Normandía. Veterano de esa división era el sargento del Estado Mayor, agente de inteligencia Jerome David Salinger. Llevaba con él seis capítulos de una novela y cuyo título lo tenía decidido hacía rato: El guardián entre el centeno.
No luchó en el frente. Solo por ello siguió vivo para terminarla y publicarla en 1951, repleta de sus experiencias. Bien pudo haber estado muerto como muerto estaba de miedo bajos las bombas. De miedo de no terminar su novela. Una novela que marcaría a los jóvenes heridos de los 50 y los 60, en medio de los luminosos espasmos de la tevé en la clase media.
Sus camaradas todavía vivos dicen que siempre estaba aporreando su máquina de escribir, como un loco. Su único momento de humanidad en la guerra, además del acto de escribir, fue brindar con champán en vasos de aluminio junto a Werner Kleeman, su compañero en el Cuerpo de Contraespionaje, y Ernest Hemingway, su héroe literario de cuando tenía 25 años. Afuera estaba la muerte. Fue una tregua privilegiada que duró minutos en una casita de la retaguardia. Después volvió al horror de los cuerpos de norteamericanos despedazados por trampas y proyectiles alemanes.
Luego vino la batalla invernal de las Ardenas. Tras ello, Salinger fue uno de los primeros soldados que vieron los cuerpos apilonados y de los sobrevivientes sonámbulos en el campo de exterminio de enfermos de Kaufering IV, en Alemania. Era mitad judío.
Según Salinger (2013), la emotiva y reveladora biografía de David Shields y Shane Salerno, algo en la naturaleza profunda del escritor cambió entre Hürtgen, Ardenas y Kaufering IV. De regreso a Estados Unidos, sintió que había hecho algo que “había muerto y estaba enterrado”. Era como si fuera “el único que se acordaba”, “y en el funeral no hubiera nadie más que yo”, escribió en I’m crazy, un esbozo del Guardián.
Dos años después de publicada su novela sobre la hipocresía, harto de todo, se recluyó en Cornish, Nuevo Hampshire. Lo presionaban en Hollywood Elia Kazan y Billy Wilder para filmarla. No se la dio nunca a nadie. Publicó relatos hasta 1963. Después, nadie volvió a saber gran cosa de él. Escondido del mundo, murió el 27 de enero de 2010. Su novela sigue siendo leída por millones de personas, sobre todo por los jóvenes.