Y tendríamos que preguntarnos cuál de ellos es el más esencial para los seguidores de Jesús.
Para muchos teólogos es la frase que leemos hoy en Juan. “Dios tanto amó al mundo que envió a su Hijo al mundo”. Y añade: “No para condenarlo, sino para que el mundo se salve por Él”.
Jesús es un recuerdo del amor de Dios, un regalo de Él para todos. Es un bien para bien de nosotros. Recuerdo, regalo, bien.
Recuerdo de amor, regalo que es amor, bien porque nos compromete a extender a todos este amor. Y el amor es VIDA.
Resultado: la esencia del cristianismo es “vivir el amor”. Es experiencia de VIDA, no conjunto de teorías, verdades y consejos morales.
El “yo soy cristiano porque sé mucha teología” no vale. Lo que vale “yo soy cristiano porque amo mucho a todos”.
El problema está en cómo nos orientamos para vivir así.
Un modo es la denuncia y el rechazo de lo que no es ese amor en el mundo en todos los aspectos.
Se bombardea a Siria para que el petróleo de Arabia llegue más directamente a los EEUU. Eso no es amor.
La frase: “Los ancianos viven demasiado y son un riesgo para la economía, hay que hacer algo, ya” (FNI). Eso no es amor.
En Paraguay pocos tienen mucha riqueza y muchos ninguna. Este hecho no es amor.
Los indígenas viven de limosna en la calles de Asunción. No es amor.
Casi cada día hay una mujer menos asesinada por un machista. Eso no es amor.
No hay medicinas ni médicos para los pobres. No hay amor.
Si el cristianismo es vida de amor, nuestra lucha es por que crezca el amor en todo el mundo.