Este debe ser el único país que llama a las donaciones “créditos no reembolsables”. Desde esta equivocada afirmación de otorgar dinero sin contraer obligaciones de pago, pasamos a las curiosas condonaciones a sectores altamente ineficientes y corruptos como los transportistas o a los sojeros con margen de ganancias anuales superiores al 50% con notables subsidios de parte del Estado. O redefinimos términos e igualamos a todos o seguiremos padeciendo cierres de rutas, calles o avenidas. La deteriorada y fea Asunción es hoy un territorio de batallas que vienen de años de deudas acumuladas e impagas y en donde algunos son subsidiados y otros quieren lo mismo.
El Gobierno se equivocó pagando las cuentas de Azucarera Iturbe con los cañeros y otorgando de nuestros bolsillos el 30% al negocio privado de los transportistas para que compraran nuevas unidades. Si uno hace esto no tiene autoridad moral, financiera ni política para negarse a los otros. Si lo hace, funde el país, y si no lo hace, lo funden al Gobierno. La política tiene que ser igual para todos. Ahora los empresarios del transporte y los cañeros de Iturbe tienen que marchar con los otros pedigüeños al menos por solidaridad condonativa. La medida arbitraria de dar a unos y privar a otros lleva obligatoriamente al conflicto callejero. En un país con instituciones que no funcionan como debieran, una marcha de este tipo pone en jaque a cualquier gobierno, y si además aparece el pa’i Oliva haciendo misa en la plaza, el Gobierno tiembla recordando el Marzo Paraguayo.
La primera gran pregunta es: ¿cómo dejaron acumular semejante deuda? Deberían haberse prendido las luces de alarma en los primeros millones de dólares y no esperar acumular semejante cantidad. Los mismos que subsidiaron y condonaron a los mismos campesinos, y que fueron gobierno, después están repitiendo una película conocida. Esto se inició con Elvio Benítez cuando Lugo era obispo y la amenaza es que los nietos del monseñor –que no son pocos– y los nuestros tengan que pagar la incompetencia de todos por mucho tiempo.
En este país de calor y de humedad que echa técnicos de Cerro, la tormenta que acabe con el Gobierno puede surgir de cosas aun más pequeñas. El presidente y su equipo de gerentes no están acostumbrados al diálogo y carecen de cintura política, y en estos casos con argelería no se resuelve nada. Hay que hablar, pero fundamentalmente hacer una política diferente a la implementada hasta ahora.
No se llevó adelante la idea de comprar la producción agraria para alimentar a policías, militares, presos, escueleros y, fundamentalmente, para hacer de los campesinos otra vez agricultores. El MAG ha sido un fracaso con Gattini y el actual ministro no muestra mucho para resolver el tema. Se necesitan varias cosas: tierras, educación, organización, crédito, honestidad, eficacia y justicia. Todo esto es muy complejo en un país que acumuló deudas impagas no solo con este sector, sino con la sociedad en su conjunto. Así como los sojeros cierran rutas con tractores cuando no les dan lo que quieren... los manifestantes de Asunción hacen lo mismo con similares propósitos.
O se resuelven los temas pendientes o se patean para adelante las soluciones. Lo que tenemos es lo que se ha sembrado desde los gobiernos. Y se sabe muy bien que los que siembran conflictos... cosecharán tempestades.