Un hombre de unos 70 años se acerca en vano a un ómnibus para abordarlo. La línea 27 que quiso tomar, aceleró raudamente. Antes que subiera la mirada, la puerta del bus climatizado se cerró y desapareció en un santiamén.
El anciano vuelve sobre sus pasos, del asfalto a la vereda, vadeando morosamente el cordón de la calle. Quizás el próximo colectivo llegue con menos pasajeros o el chofer esté menos apurado.
Los conductores del transporte público manejan a contrarreloj y van a gran velocidad con la capacidad de sus unidades saturadas de pasajeros.
Es así como quedan relegados no solo los adultos mayores, sino también quienes padecen alguna limitación física y las embarazadas. Esto les obliga a salir más temprano de sus casas ya que pueden esperar casi una hora hasta que el colectivo se descomprima.
“A veces espero 55 minutos para subirme. Ven así como estoy yo y no me alzan”, comenta Liliana quien está embarazada de unos cuatro meses y diariamente toma las líneas 18 o 47 para ir hasta su trabajo. “Somos pasajeros de todos los días del 18 y el 47, y todos los días es la misma cosa. Tengo que salir más temprano de mi casa porque no me alzan, ven cómo estoy y pasan de largo”, insiste.
El movimiento pausado y delicado manejo de las personas en cuestión se vuelven incompatibles –por decir– con el ritmo impuesto a los choferes, a quienes se les paga por redondo. Esto es, por la cantidad de vueltas que realizan desde sus paradas.
Saturados. A nivel de Gobierno se está haciendo mucha propaganda de los nuevos buses que vienen equipados con elevadores. Estas rampas permitirán que las personas en silla de ruedas suban, viajen y bajen con total normalidad de los colectivos. Pero, en las condiciones actuales en que se maneja el sistema de transporte, pareciera que lo expuesto se trata solo de una quimera.
Basta con viajar a primeras horas de la mañana o por la tarde, al final de la jornada laboral. Hasta el espacio exclusivo para personas con discapacidad están ocupados por cualquier usuario. Los buses van repletos y convierte en misión imposible el viaje para un pasajero –ni qué decir dos– en silla de ruedas.
¿Y el tema de los molinetes? También. Una vez arriba resulta complicado, cuanto menos molestoso para la gente de edad avanzada y las embarazadas tener que franquear esas barras metálicas giratorias.