01 ago. 2025

Alicia en el país de los espejismos

Alfredo Boccia Paz - galiboc@tigo.com.py

Juró Alicia Pucheta como vicepresidenta de la República pero la noticia despertó poca emoción. Es que solo estará unos días en el cargo, porque luego saltará a ocupar la Presidencia. Tampoco allí durará mucho, pues antes de tres meses terminará su mandato. Me parece injusto que se le reste brillo a dicho logro. Al fin y al cabo, tuvimos varios presidentes –Manuel Gondra, Pedro P. Peña, Juan Manuel Frutos y Raimundo Rolón– que duraron en el sillón de López menos de lo que tiene previsto estar la doctora Pucheta.

Es evidente que el simbolismo de llegar a la Presidencia de dos de los poderes del Estado fue una motivación poderosa para decidir renunciar como ministra de la Corte Suprema, lugar donde, en teoría, podría quedarse unos seis años más. No es para menos; solo Félix Paiva a lo largo de nuestra historia consiguió ser nombrado presidente de los tres poderes. Alicia Pucheta supo desde antes de asumir que a ella se le aplicará la locución latina Sic transit gloria mundi, usada para recordar que los triunfos son breves y pasajeros.

El dato figurará en Wikipedia, sin dudas, aunque dudo que esto fuera suficiente para dejar la Corte. El tiempo dirá si el arreglo con Horacio Cartes incluía también beneficios ulteriores, a cumplirse luego de que haya terminado su efímero rol de encargada del Palacio de Gobierno. Incluso mudarse a Mburuvicha Róga por tan poco tiempo sería una incomodidad para Mario Abdo, ansioso de instalar sus bártulos en la nueva casa.

Hay, sin embargo, un aspecto de su juramento como vicepresidenta que prometía mayor celebración. La señora es la primera mujer que alcanza ese honor y será también la primera presidenta de la República. Si bien hubo referentes, como Gloria Rubin, que expresaron su satisfacción por la conquista y recordaron que Alicia Pucheta fue importante para introducir la lucha contra la violencia de género en el Poder Judicial, hubo muchas voces femeninas de protesta.

Las mujeres dicen no sentirse representadas por ella y cuestionan las componendas políticas que le permitieron llegar al cargo. Su actuación en la Corte Suprema la muestra como una figura sumisa a Cartes, a quien favoreció con resoluciones que lo habilitaron a candidatarse, pese al texto de la Constitución. Le señalan también su falta de coraje para impartir justicia en el caso Curuguaty.

El escepticismo feminista se sustenta, además, en algo interesante: una mujer en la Presidencia podría crear un espejismo de igualdad. Los que se oponen a abrir caminos a la participación femenina tienen ahora un argumento de hierro: “si Alicia pudo llegar, todas pueden hacerlo”. La realidad, empero, es mucho más dura. El próximo Parlamento tendrá menos de 15% de mujeres y estaremos entre los tres países del continente con menor representación de mujeres en órganos legislativos. Eso explica los lánguidos aplausos desde la platea femenina.