Por Pedro Lezcano
La noche del centro estuvo marcada por la música que retumbaba en la ocasión, de la mano de artistas nacionales e internacionales, quienes se juntaron en pos de celebrar el aniversario de dos años de producción artística por parte de un sello que apuesta a romper con lo comúnmente establecido en esta isla rodeada de tierra.
Una a una fueron pasando, Kitapena, La de Roberto y Pipa para tabaco, dejando en el escenario sus respectivas marcas características, sobre un escenario que luego de menudas presentaciones todavía estaba para ser exprimido a fuerza de canción, cuerpo y pasión.
Fue así como subió la banda de El Chavez; samplers, bajo, guitarra y batería para mostrar una fórmula distinta de hacer música, Eugenia Insaurralde, bella y segura, acompañada de Matías Méndez, quien mostró una camiseta del Corinthians (cómo no querer a alguien con la remera del Timaö), enseñaron el camino para movilizar a pleno las curvas del ser.
Linda la escuela de noche de psicodelia moderna, voz femenina y una energía que invita a dejarse llevar hacia los pasillos de la locura. Pero el line up tenía aun un espacio más que quería seguir enseñando, el sonido del futuro, el sonido que viajó al presente en forma de morena, bajita, con rastas y un repertorio de mensajes para dar.
Paz Ferreira rompió entonces el silencio que había tomado el lugar y sin dejarse ver liberó: “A vos te gusta la pala, a mí me cabe el pino”, en referencia a optar por lo natural antes que por lo sintético en la vida, claro, en ese lunfardo bonaerense único que quizás entre nos pueda sonar a otra cosa.
El centenar de almas presentes, en su mayoría mujeres, reventó al unísono y estalló el show. Fue un recorrido por las canciones del material MIAU de la artista, que acompañada de un dj, dos vientos y un par de militantes del hacer las cosas con amor, en especial si de bailar se trata.
Medias largas, negras con rayas blancas, llamaban la atención desde esa pista que a pesar de la altura supo ser puesto al nivel de lo humano por la Miss, quien apenas pudo saludó al “colectivo de ovarios más grande que conocía”, refiriéndose a las Madres de la Plaza de Mayo y a todas aquellas que lo son en cualquier parte en donde se encuentren, con o sin hijos, porque lo que importa es la actitud de luchar sin miedo por lo que se cree.
“Ni una menos, ni una menos”, era el retorno del público presente que quizás a priori hubiera preferido un show más íntimo y con menos luces de neón en forma de un gallo cerca del cielo para “seguir poniendo cumbia sin importar lo que pueda decir el comisario” y acompañar la voz de Bolivia.
No obstante, con ese ambiente de la noche poco o nada importaban algunas que otras cuestiones que hasta podrían resultar superficiales. La cantante y sus seguidores, cual compañeros de años, literalmente se conectaron en pos de hacerse sentir ese cariño mutuo que se tenían.
Si bien fue la primera presentación de Miss Bolivia en el país, fue digna, tan digna como para que se pueda cerrar el show con un tributo a nada más y nada menos que Horacio Gamexane, vocalista de la mítica banda Todos tus muertos, a ritmo de su canción símbolo: “Gente que no”.
Musicalmente, fue suficiente, pero si faltaba algo más, era el tacto. Un intercambio de abrazos, besos, un apretón de manos entre la mujer y tanta gente que la fue a ver. Entonces, ya finalizado el concierto, ahí sobre la calle Ayolas, en una vereda de Asunción, Miss Bolivia dio un espacio antes de emprender viaje a otro concierto en Resistencia, Argentina, para mostrarse tal cual y como es. Humana y revolucionaria.
“Siempre que se pueda, hay que poblar el micrófono de información”, fueron sus últimas palabras antes de subirse a la van blanca que la llevaba, para seguro y después de esta volver pronto.