Cuando le pidieron una definición de los políticos de su país, no titubeó en afirmar que eran un “aluvión zoológico”. Esta semana el ministro de Hacienda, que siempre se queja de la falta de recursos y mantiene una disciplina estricta que agrada a todos nuestros acreedores, afirmó que no estaba de acuerdo con nuevos impuestos porque equivaldría a salir a cazar en el zoológico. Lo que no dijo era que incluso en ese ámbito cerrado y vallado hay algunos que tributan demasiado y otros, casi nada. Todos sus colegas anteriores expresaron que los sojeros y tabacaleros pagan pocos impuestos y uno incluso –Germán Rojas– afirmó que tributan cero.
Las afirmaciones contundentes casi siempre suelen ser cuando dejaron el cargo. Mientras estuvieron se alinearon con la posición de estos dos sectores que con un incremento racional del doble de lo que legalmente deberían pagar, hoy el país no tendría necesidad de endeudarse para obras de infraestructura, cubriría sus demandas en salud y educación y conseguiríamos la anhelada igualdad tributaria.
En el zoológico los que no pagan aducen que pagar impuesto a un Estado sinvergüenza, corrupto, despilfarrador y desorganizado es inútil porque sería como tirar dinero a un barril sin fondo.
Tienen algo de razón, solo que los que pagan tributos del 10%, como la vendedora de yuyos, lo hacen de forma compulsiva y religiosa y no tienen tractores ni lobby para evadir su responsabilidad. No hay manera de convencerles de que en la región los impuestos son seis veces más para la soja y 300% para el tabaco. El negocio es claramente un estímulo para el contrabandista y el evasor.
En Paraguay, Cartes paga 16%, mientras en Brasil para donde van sus cigarrillos el impuesto supera el 60%. Claro, alguno dirá muy bien, ese es el negocio. Venderles o contrabandearles a ellos y convertirlo en presidente y en un gran jugador político al que lo realiza. Los tributos en este sector no cubren ni el daño que hacen a nivel salud el consumo de esta sustancia tóxica y cancerígena. Esto no puede continuar así y las cuestiones tributarias en todos los tiempos han sido el fermento para las grandes revoluciones y cambios.
El impuesto al té en las colonias británicas de Norteamérica avivó el fuego de la rebelión. Aquí entre nosotros, los impuestos indirectos superan el 50% de lo que recibe el Estado y eso se vuelve insostenible y aviva el enojo de la mayoría. Y si además de eso tenemos una administración donde los policías, funcionarios, legisladores están metidos en hechos de corrupción y despilfarro de recursos… estamos ante una inminente rebelión zoológica.
Los encargados de cuidar el perímetro saben muy bien que se tributa poco, se administra mal y varios animales privilegiados no pagan nada. Hay que reformar el régimen tributario al mismo tiempo que cambiar el Estado que tenemos si no queremos que los pequeños animales enjaulados tomen por asalto el zoológico de los privilegios, y para cuando eso… serán tarde los lamentos. No será el aluvión de Borges, sino el raudal paraguayo el que arrasará con los incorregibles.