24 abr. 2024

¿Y qué querés que hagamos, señor presidente?

Rosa regresó de nuevo al diario a las 21 horas, su turno laboral terminaba ese día una hora antes. “No vino mi colectivo”, dijo, preocupada. Unos jóvenes estudiantes del CTN deben alejarse de la parada habitual para conseguir algún bus y es común que tarden una hora en lograrlo. El centro de Asunción está sucio, oscurecido y decrecido en todo sentido y las personas que regresan a sus casas por la tardecita sufren a diario la espera y la incomodidad del viaje en los sobrecargados y envejecidos autobuses capitalinos. Algunos trabajadores gastan mucho dinero en movilizarse en el auto familiar o en Bolt o Úber, por el mal servicio de los autobuses.

El “tema” se trata cada tanto en términos de subsidios y seudochantajes en los ambientes políticos. Pero la lejanía entre los burócratas y la gente de afuera de sus oficinas es grande... ¿En qué mundo viven?

No éramos tan así los paraguayos. Estamos decaídos. El trabajo honesto no es premiado, no tienen honra social. Y la delincuencia y el cinismo no tienen castigo, además se fracturan nuestras relaciones más preciadas y se desvaloriza nuestro singular estilo de vida. Se excusan en el nuevo orden materialista que solo evalúa el mundo desde la capacidad de producción y consumo, sin considerar la dignidad de las personas, y este es un tesoro escondido en ese “Karai ha kuñakarai” a los que antes nos enseñaban a respetar sin mirar apariencias. Hoy es casi una masa la que vive esta situación pauperizada en libertades, valores, racionalidad y cohesión moral. La frialdad y ambigüedad de muchos de los que nos gobiernan entristecen, pero les invito a acercarse un poco más a la gente sencilla, allí surgen las historias de vidas, las individualidades, los puntos comunes de la experiencia, la creatividad y también, muchas veces, los heroísmos.

Ahora se suma que, por este asunto de que el presupuesto de salud es deficiente, la cartera de Educación debe cargar con el fardo de tomar decisiones impopulares sobre la vuelta o no a las deficientes clases virtuales porque hay varios chicos consultando por gripe. Bravo, dicen los lobbies, señalando a las pobres familias en crisis. Y nos invitan a darles a ellos la llave de nuestra alma. Como si nos faltara algo, se meten en las asesorías públicas para manipular la mentalidad y la moral de nuestros niños, apurando planes enlatados y fracasados con recetas adoctrinantes, con presiones desde el poder elitista que solo nos endeudarán con la promesa del progreso, pero no se compadecerán de los problemas reales de la gente real, sino que “ohopa discursope” para imponer su agenda.

Sabemos que no es fácil discernir porque también nosotros somos hijos de nuestra circunstancia. Pero, queridas autoridades, enfrentar la vida así no educa, desde el miedo no se educa, desde el irrealismo no se educa, desde el protocolismo irracional no se educa, desde la evasión no se educa. Se educa desde la realidad y sobre principios racionales y virtuosos sólidos.

“Y qué querés que haga”, dijo un día el señor presidente. Y lo que queremos es que haga su parte con patriotismo. La nuestra, la de los ciudadanos de a pie, requiere del apoyo inteligente y subsidiario del Estado. ¿Por qué no aprovechan el tiempo y los recursos en acercar los planes a sus protagonistas (y no a intermediarios irrealistas), acortando así las distancias con el sentido común que resguardan los de abajo mucho mejor que los de arriba?

Paraguay no es una lata de basura donde tirar ideologías fallidas o donde rebuscarse defectos y vicios. Es cierto, hay corrupción en los centros del poder, tiene malos liderazgos, y tiene crisis moral. Pero también tiene identidad, familia, valores y recursos genuinos que se pueden desperdiciar, atrofiar e incluso destruir con esta actitud indolente, mediocre y cobarde de muchas autoridades.

Podemos y debemos hacer nuestra parte, señor presidente, y queridos conciudadanos. Dios y la patria demandarán no los errores involuntarios, sino las indolencias y los ñembotavysismos.

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