Karina Gómez
CAACUPÉ
La devoción a la Virgen de los Milagros de Caacupé es uno de los pilares espirituales más sólidos del Paraguay. Su historia combina tradición oral, hechos históricos y testimonios de milagros que se remontan al siglo XVII. Según el rector de la Basílica, padre Rubén Darío Ojeda, la fe se sostiene en relatos en los que la leyenda y la historia se entrelazan, marcando la identidad espiritual de millones de paraguayos a lo largo de casi cinco siglos.
La historia más antigua relata que un indígena guaraní converso llamado José vivió un episodio que cambiaría su vida y la devoción del pueblo. Mientras recorría los montes, fue sorprendido por un grupo de mbayás, enemigos de la evangelización cristiana. Perseguido y en grave peligro, José buscó refugio junto a un árbol y pidió la protección de la Virgen María. Milagrosamente, sus atacantes pasaron sin descubrirlo, salvándolo de manera sobrenatural. Este hecho se considera el primer milagro que dio origen a la devoción.
Agradecido por la protección recibida, José prometió tallar dos imágenes de la Virgen. La primera, una imagen mayor, que fue destinada a la comunidad de Tobatí. La segunda, una imagen menor, fue conservada para su devoción personal. Con el tiempo, esta última se convirtió en la venerada Virgen de los Milagros de Caacupé, que actualmente se conserva en el camarín principal del Santuario y constituye la pieza central del culto mariano.
El padre Rubén Darío Ojeda explica que la imagen original, tallada por José hace más de 480 años, es considerada una reliquia histórica y espiritual. Debido a su antigüedad, ya no puede ser manipulada ni trasladada, aunque ha sido restaurada cuidadosamente para garantizar su preservación. Esta imagen ha inspirado la creación de todas las réplicas posteriores, que permiten acercar la devoción a los fieles sin comprometer la integridad de la pieza original.
Con el crecimiento de la devoción, se elaboró la primera réplica, que hoy tiene más de 70 años. Esta réplica sale cada domingo durante la misa principal y se resguarda en la sacristía mayor, un lugar restringido al que solo pueden acceder los sacerdotes, garantizando su cuidado.
La réplica también protagonizó el histórico Paso del río Tebicuarymí en 1954, un evento recordado por los fieles debido a la abundancia de peces y a los relatos de curaciones que se atribuyen a la intercesión de la Virgen. Cada año, la misma réplica es trasladada a Itapé para rememorar aquel milagro y renovar la fe popular.
Copias. Además de la réplica principal, existen entre cinco y seis imágenes peregrinas, que recorren diversas comunidades dentro del país y también llegan a paraguayos en el exterior. Estas imágenes acercan la devoción a quienes no pueden asistir al Santuario, manteniendo viva la presencia espiritual de la Virgen y consolidando su rol como protectora y mediadora de milagros.
Asimismo, hay una imagen fija ubicada en la capilla San Roque González de Santa Cruz, que se encuentra en la planta baja del Santuario. Esta capilla permite a los fieles un espacio permanente de veneración y refuerza la cercanía de la Virgen con quienes no pueden participar de la misa principal. En la misma capilla se puede admirar un retablo de semillas, creado por el joven artista Diego Diarte, elaborado con 19 tipos de granos y cereales, barnizados para conservar sus colores naturales.
La obra fue instalada como ofrenda a la Virgen, demostrando cómo la fe inspira manifestaciones artísticas contemporáneas que continúan la tradición devocional.
Las imágenes de la Virgencita son testigos de la historia y de la fe que se mantiene vigente. Según el padre Rubén Darío Ojeda, esta tradición trasciende generaciones, consolidándose como referente espiritual que sigue guiando y acompañando a millones de paraguayos.