Estas cosas llegan siempre tarde en esta “isla rodeada de tierra”. Ya vimos el debate en la Argentina y en los EEUU de Trump, para quien el Partido Republicano le tuvo que explicar que Lincoln era un ex presidente de su país y no un modelo de coche. Sus asesores sabían muy bien sus limitaciones y le sugirieron polarizar el país con los peores dislates de confrontación, conspiración internacional y el poder maligno de corporaciones y organizaciones internacionales dispuestas a arrasar con los valores blancos, anglosajones y protestantes. Creyó tontamente que con eso había ganado a Hillary Clinton en el 2016 cuando la realidad era otra. Siguió creyendo en Steve Bannon, su gurú en estas cosas, quien lo había convertido en alguien odioso y odiador. Se sostuvo sobre esa lógica hasta el 3 de noviembre pasado en que más de 7 millones de votos en contra y varios Estados claves terminaron por mostrarle el camino de salida de la Casa Blanca. Algunos por estos lares creen que pueden repetir el mismo guión y libreto. Cartes ya lo dijo en una reunión social donde el interés de sus escuchas estaba más en su bolsillo y su equilibrio antes que en sus afirmaciones. Le aplaudieron cuando afirmó que el papa Francisco le había dicho que luchara por la familia, justo él, que menos argumentos tiene en ese campo para sostener el discurso. Concluyó con la proclama fascista de “Dios, patria y familia” bajo cuyo grito mucha sangre ya ha corrido en el mundo. Con un partido colorado vaciado, lleno de incoherencias doctrinarias, escasos referentes, confusiones ideológicas y empobrecimiento generalizado se prepara la lucha de las consignas vacías y la polarización entre quienes dicen defender la vida y los que quieren acabar con ella. La ministra de la Niñez es su primera víctima y con ella probarán el calado de sus argumentos.
Hay que estar preparados para este debate que puede tener sus adherentes a pesar de que el 51% de la población paraguaya tenga origen de padres desconocidos y que más del 80% de los casos de abusos contra niños se den dentro de la propia estructura familiar. No hay muchos que puedan sostener los valores conservadores a ultranza como blasón y menos cuando pase a ser escudo de un proyecto político distractivo, polarizador y divisivo. Tenemos demasiada tarea para sobrevivir a esta pandemia, mucho trabajo por realizar una vez que la superemos así que el debate absurdo y tonto como ideología no debe distraernos en la gran tarea de luchar por la vida y sus valores intangibles. No permitamos ser engañados por los cantos de sirenas de quienes creen que podemos ser tan tontos y nos darnos cuenta del verdadero propósito del discurso. La vida es amor, comprensión, compromiso y responsabilidad. Eso es todo lo que los difusores del odio detestan y combaten. No permitamos que se burlen de nosotros… una vez más.