El pasado 23 de noviembre, un día después de imponerse en las elecciones presidenciales de la República Argentina, el ingeniero Mauricio Macri advirtió que impulsaría en el Mercosur la aplicación de la Cláusula Democrática al régimen encabezado por Nicolás Maduro.
Es evidente que un gobierno que desconoce los requisitos elementales del funcionamiento de una democracia no puede ser considerado un socio confiable dentro de un grupo de países que proclaman la “plena vigencia de la institucionalidad”, como un elemento esencial para el desarrollo de su proceso integrador.
Maduro cercena la libertad de expresión del pueblo venezolano y persigue a la disidencia política hasta puntos inconcebibles en un estado de derecho, de allí que tres líderes opositores de fuste, como Leopoldo López (coordinador nacional del Partido Voluntad Popular), Antonio Ledezma (alcalde metropolitano de Caracas) y Manuel Rosales (ex candidato presidencial), se encuentren arbitrariamente encarcelados en virtud de procesos legales completamente amañados y fuertemente cuestionados por la comunidad internacional.
Desembozadamente, el mandatario venezolano no ha trepidado incluso en anunciar que desconocería y hasta combatiría los resultados de los comicios legislativos celebrados en la víspera en caso de que estos le sean adversos; llegando a advertir que saldría a las calles para “luchar” contra la expresión de la voluntad popular, presupuesto absolutamente impropio de un presidente que se precie de ser un verdadero demócrata.
Nuestra región ya no puede continuar desconociendo los atropellos cometidos por el Gobierno venezolano. Cuando Paraguay fue expulsado del Mercosur, hace ya tres años y medio, ni siquiera se le otorgó la oportunidad de defenderse para proceder a la sumaria aplicación de la Cláusula Democrática.
Todo se realizó entre gallos y medianoche porque, al fin de cuentas, el verdadero objetivo de la sanción no consistía tanto en castigar al Paraguay como en facilitar, mediante su exclusión temporal del bloque, el ingreso de Venezuela al Mercosur. Ahora, sin embargo, se tienen contemplación y miramientos ante los excesos cometidos por el señor Maduro.
En un gesto destacable, el presidente Horacio Cartes se constituyó la semana pasada en el primer jefe de Estado en funciones de la región en recibir a Lilian Tintori, esposa del líder opositor Leopoldo López, para expresarle la solidaridad de nuestro pueblo ante la injusta persecución de su marido.
Es hora, pues, de mirar de frente a la crisis institucional que atraviesa Venezuela y echar mano de todos los recursos necesarios para evitar que el país se transforme en la isla antidemocrática de la región.
Para ello, sin falsos análisis ni solidaridades mal entendidas y peor aún aplicadas, es menester dar muestras de apoyo al castigado pueblo venezolano y disponer, en la próxima Cumbre del Mercosur, la inmediata activación de las disposiciones contempladas en el Protocolo de Ushuaia sobre Compromiso con la Democracia.