“Ya desmontamos hasta el baño porque su base se está carcomiendo por el constante desprendimiento de tierra, haya o no lluvia”, expresa Ruth Silva mientras observa afligida cómo parte de la superficie de su terreno se desploma. Intenta mantener el equilibrio sobre las baldosas que se desintegran por el suelo movedizo.
La vivienda de la mujer se encuentra sobre 33 Proyectadas y Teniente 1º Antonio Samudio. A pocos metros de su hogar está el colegio Ignacio A. Pane. “Si el desmoronamiento avanza también la institución puede ser afectada”, afirma.
Hace más de 10 años, comenta, los vecinos presentan el pedido de obra a la Municipalidad y al Ministerio de Obras Públicas. Hasta al Congreso Nacional indica que solicitaron intervención.
Los moradores consideran que por la altura del barranco, que mide entre 17 a 18 metros, precisarían ya muros de gaviones. Con cada lluvia estiman que el raudal llega fácilmente a nueve metros, arrastrando a sus paso todo tipo de desechos.
A ello se le suma que las conexiones de desagües pluviales, desde Félix Bogado, desembocan al arroyo.
Don Luis Fuente también es vecino del lugar. De lo que era su patio solo quedan fragmentos y a continuación un enorme precipicio. Lamenta que parte del muro que había construido por cuenta propia desapareció con las últimas copiosas lluvias. Del otro lado de su vivienda se observa a obreros en plena construcción de un puente peatonal metálico. El acceso también fue derrumbado y los afectados debían usar el patio del vecino para salir a la calle.
Verificación. El director de obras municipales de la capital, Antoliano Benítez, alegó no tener conocimiento del caso y prometió realizar la visita en la zona en la semana entrante. Estimó que la intervención podría formar parte de una adenda de contrato para obras de protección de márgenes de arroyos que realizan en otros sectores de la ciudad, o parte de una nueva licitación que está en proceso de aprobación y cuya ejecución tardaría varios meses.