18 ago. 2025

Un Futuro Prometedor

Por Bruno Vaccotti
Director - Cámara Paraguaya de Fintech
Columnista invitado

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La ANDE inauguró la Subestación Valenzuela, en mayo de este año.

Página web ANDE.

La energía es, sin lugar a dudas, el insumo más estratégico para el desarrollo. Paraguay está sentado sobre una ventaja que muchos países de la región observan con envidia: disponibilidad energética de calidad, en cantidad, y una matriz 100% renovable gracias a nuestras hidroeléctricas. Ahora, con la nueva subestación Valenzuela, sumamos músculo para atender una demanda industrial cada vez más sofisticada.

La subestación Valenzuela no es un proyecto más en la lista de obras eléctricas. Es una pieza clave que nos permite distribuir con mayor eficiencia la energía que generamos en abundancia y que, hasta ahora, en muchos casos, terminaba siendo exportada a precios que no reflejan su verdadero valor, simplemente porque no teníamos la infraestructura para aprovecharla en casa. Con esta nueva capacidad, Paraguay envía un mensaje claro: estamos listos para transformar nuestra energía en industria, para recibir proyectos electrointensivos y a todas aquellas empresas que necesitan un suministro confiable y de alta capacidad para operar a gran escala.

Aquí se dibuja un futuro prometedor. Las industrias electrointensivas, centros de datos, minería de Bitcoin, producción de hidrógeno verde, metalurgia, química, no son simples “grandes consumidores”. Son motores de empleo, polos de innovación y catalizadores de inversión extranjera directa. Integradas de forma inteligente a nuestra economía, pueden multiplicar la recaudación fiscal, dinamizar la logística y generar encadenamientos productivos que fortalezcan a proveedores locales.

Mientras varios países de la región sufren inestabilidad energética, dependencia de combustibles fósiles y redes saturadas, Paraguay tiene un triple activo: energía limpia, abundante y a bajo costo. En un mundo donde la transición energética es una prioridad, la competitividad ya no se mide solo en mano de obra barata o incentivos fiscales, sino en el acceso a energía segura y renovable. Esa es nuestra ventaja.

Pero una ventaja comparativa no dura para siempre si no se convierte en ventaja competitiva. No alcanza con tener energía disponible; necesitamos condiciones regulatorias, logísticas y contractuales que hagan que las empresas elijan instalarse aquí. La subestación Valenzuela nos da la capacidad técnica, pero el verdadero desafío es acompañarla con reglas claras, plazos razonables y una visión de largo plazo.

Las industrias electrointensivas son más que clientes: son aliados estratégicos. No solo pagan por la energía, también pueden absorber excedentes en horarios valle, estabilizar la demanda y permitir que la ANDE planifique inversiones con previsibilidad. Incluso pueden convertirse en socios tecnológicos para modernizar el Sistema Interconectado Nacional, como ya sucede en otros países donde la interacción con grandes consumidores impulsa mejoras en transmisión, almacenamiento y digitalización.

El momento es ahora. El mundo compite ferozmente por atraer capital industrial. Brasil y Chile, con tarifas más altas y menor disponibilidad eléctrica, ya buscan mecanismos para no quedarse atrás. Paraguay, en cambio, tiene megavatios reales, listos para ser usados, y renovables. No es una promesa: es una ventaja tangible.

Valenzuela es una señal de que podemos jugar en las grandes ligas. No es discurso sobre el futuro: es infraestructura lista para operar. Significa que podemos ofrecer garantías a proyectos que requieren estabilidad energética continua y que no pueden darse el lujo de paradas.

Esta no es una oportunidad para un solo sector: la energía competitiva beneficia a toda la matriz económica paraguaya. Desde el pequeño taller que quiere crecer, hasta el parque industrial que busca nuevos inquilinos. Desde el agroindustrial que quiere procesar más localmente, hasta las economías digitales que requieren potencia constante y conectividad.

Por eso, este debe ser un tema de conversación permanente en todos los niveles: Estado, empresas, academia y ciudadanía. No existe otra estrategia capaz de transformar nuestra economía en la próxima década con la misma potencia que el aprovechamiento pleno de nuestra energía.

Si jugamos bien nuestras cartas, este no será solo un futuro prometedor. Será el presente que, en unos años, recordaremos como el momento en que decidimos dejar de exportar energía barata para empezar a exportar valor agregado. Porque cuando la energía se queda en casa, el progreso también.

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