28 mar. 2024

Tarragó, Cartes y el desmadre ético-político

Miguel H. López – @miguelhache

Por más de que la mayor parte de la sociedad paraguaya –y de los políticos en particular– se muestra sorprendida casi en simultáneo por la detención de la ex diputada Cinthya Tarragó (y su marido Raymond Va) y la orden de captura internacional en contra del ex presidente Horacio Cartes, todos vinculados por acción o asociación al lavado de dinero proveniente del narcotráfico, en el fondo nadie está del todo asombrado. En muchos casos es lo que un gran sector esperaba y hasta deseaba desde hace mucho tiempo. La impunidad con la que buena parte de nuestras autoridades y operadores partidarios se mueven, abriga estos soterrados deseos de –alguna justicia–, del modo que sea. Tal vez los únicos asaltados por la sorpresa son aquellos que están en las mismas triquiñuelas y creían que nunca podrían caer por lo que la posibilidad cierta, repentina, les sobrecoge.

Tarragó y su esposo sucumbieron en la misma entraña del monstruo, que además con mucha hipocresía incuba, instala, sostiene y tumba gobiernos sin el más mínimo escrúpulo. Un monstruo que sin embargo suele ser duro con aquellos que traspasan sus fronteras para actos vinculados al narcotráfico y sus derivados. Ambos están en la penitenciaría del Estado de New Jersey esperando el desenlace de su historia que puede tenerlos allá por unas buenas décadas, purgando.

En paralelo, Horacio Cartes volvió a ser tapa de todos los medios del país (incluyendo el propio), de modo inesperado. Su vinculación con quien él mismo definió su “hermano del alma”, Darío Messer, le ubica en asociación al lavado de dinero proveniente del narcotráfico, según la justicia brasileña. Hay muchos elementos, vínculos, datos, testigos, etc., que le hacen difícil al ex mandatario dar alguna explicación coherente. En este momento ninguna defensa que arguya deja de convertirse en sospecha.

Ambos casos no son otra cosa que el paisaje de fondo que se extiende hace mucho tiempo debajo de la realidad paraguaya en todos los ámbitos. Los comentarios sotto voce sobre una muy nutrida caterva de la mal llamada clase política local son la válvula de escape de mucho de lo que se conoce, pero se recluye en la clandestinidad por no terminar expuestos al escarnio público –por acción de algunos poderosos de turno– o como relleno en alguna cuneta a la vera de un camino distante.

Tarragó y Cartes, a la sazón compañeros de campaña para las elecciones generales últimas, son solo dos indicadores de en qué momento estamos en Paraguay y hasta dónde llegó el desmadre ético-político en la República.

Asimismo, exponen con mayor claridad que la narcopolítica está instalada en el país, y que por su escabrosa senda ya sucumbieron en diversos altercados mortales hasta los más pintados caudillos, principalmente colorados. Aunque no es exclusividad de esa carpa partidaria.

No extraña que solo haya murmuraciones y ninguna postura pública de parte de los grupos e instancias políticas en el poder hacia estas dos procesos. En estos casos el silencio no es de prudencia, sino porque el vidrio de algunos techos son de escasísimo espesor.

En los últimos días, muchos acólitos van tomando distancia y negando ser próximos a quienes cayeron en la evidencia del delito. Algunos más hipócritas, como el diputado Ramón Romero Roa, hablan de expulsar a Tarragó de la ANR porque es lo que corresponde hacer con una “delincuente”. Mientras, criminales de lesa humanidad como el dictador Stroessner sigue siendo presidente honorario. Si expulsaran a todos los pillos y pillas, quedarían muy pocos en el Partido de Bernardino Caballero.

Estos casos que hoy ocupan importantes espacios mediáticos y no dejan dormir a muchos parlamentarios y dirigentes, son solo piezas de una innumerable colección que tiene a su vez ilimitados recambios –cómplices en el exterior, incluyendo a prohijados del Tío Sam– por si acaso caiga un “soldado” en acción.

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