En este siglo digital, la religión pesa poco en nuestras vidas; la verdadera pasión nuestra es el fútbol; lo conocemos y lo amamos.
No somos expertos y aún así, si nuestro nivel de fútbol que está tan bajo y casi rozando a Bolivia, nos preguntamos si no son evidentes las razones para ello. Claro está, el cuerpo técnico no es el chivo expiatorio.
Con un poco de pienso aportado, caemos en cuenta que esta situación le debemos a la organización del fútbol local.
A ver. Sabemos que el fútbol moderno exige técnica, intensidad e inteligencia. ¿Tenemos esto? Empecemos. Técnica depurada exige césped perfecto, no lo tenemos más que en contadas canchas. ¿Por qué? Son caras y aún confiamos en la garra y centro frontal, cabeza y gol.
¿Intensidad tenemos? Intensidad es velocidad con concentración. Velocidad no la tenemos porque no hay canchas perfectas para adquirir una técnica eximia. ¿Concentración? Nuestros jugadores deambulan largos pasajes de partidos, y juegan como amateurs: solo cuando le llega el balón; mientras, solo miran.
¿Somos inteligentes? En La Paz, Bolivia, al inicio del juego presionamos al rival en su terreno. Era obvio que no aguantaríamos ese ritmo.
¡Desperté y despertamos! Y nos choca la realidad de que no iremos a Qatar y, de hecho, sería inmerecido dicho sitial. Y si por un accidente nos clasificáramos, es penoso imaginar el papel que nos tocaría.
Finalmente, fuera de la cancha. ¿Tenemos planificación con objetivos claros y sus etapas? Pienso que no, aunque puedo equivocarme. Sería pertinente leer la evaluación del Departamento de Selección de lo planificado y actuado en esta Eliminatoria.
¿Tiene nuestro fútbol un campeonato atractivo? ¿El fútbol del interior aporta al fútbol país? ¿Tenemos leyes para incentivar las entidades deportivas que inviertan en el fútbol?
Empecemos. Abramos el fútbol al interior del país, y a inversores con empresas. Europa lo hizo hace 30 años atrás.
No perdamos tiempo. ¿Será que podremos soñar despiertos la próxima vez?