‘‘Debí buscar ayuda. En vez de tomar la decisión de agarrar un arma y escribir una carta, yo le hubiera despertado a mi padre y le hubiera dicho: Me siento mal por este motivo. No necesito un reto, no necesito una llamada de atención, no necesito un castigo físico, no necesito eso. Esto necesito, un abrazo’’.
Luis Guillén, de 49 años, habla sobre cómo su decisión impulsiva de dispararse con un arma de fuego, el 13 de diciembre del año 1992, cuando tenía 18 años y al salir de su fiesta de colación, resultó en la pérdida total y permanente de su vista. Cuenta su historia como sobreviviente para crear conciencia sobre la problemática del suicidio y la importancia de buscar ayuda y encontrar alternativas al suicidio.
Relata que el proceso de suicidio fue muy corto y no mostró señales ni avisó a nadie. Luis explica que su decisión se debió a una combinación de estrés, alcoholismo, sentirse una carga para su familia y un accidente de automóvil que no ocasionó él, pero que fue otro detonante. Tomó la decisión de manera impulsiva.
En las cartas que dejó, admitió que se sentía culpable por los problemas y la infelicidad que había causado a sus padres. ‘‘Para mí era mejor que ellos estén sin mí, que yo me sentía una carga, traje muchos problemas en la familia, por problemas de conducta, yo sentía que no le daba felicidad ni tranquilidad a mis padres, entonces, desde ese punto de la mirada de un adolescente. No hay que juzgar la situación de la persona sufriente, nos sentimos mal’’, comentó ayer en el programa Políticamente Yncorrecto, por Telefuturo.
Después del intento de suicidio, al quedar ciego, en cama y sin trabajo, Luis se sintió aún peor y pensó que debía haber cometido muchos errores en su vida para estar pagando ese sufrimiento porque él no era consciente de que intentó autoeliminarse, sus padres le contaron recién en marzo del 93.
Luis es sicólogo. Desde hace 20 años da charlas a adolescentes y jóvenes concienciando y apuntando siempre a la prevención del suicidio.
Reflexionando sobre si hubiera hablado con sus padres sobre cómo se sentía, conociéndoles iban a dejar todo lo que tenían que hacer ese día para estar con él, pero cuesta abrirnos para pedir ayuda. ’‘Sí, somos egoístas y somos orgullosos. ¿Por qué orgullosos? Porque no pedimos. ¿Y egoístas por qué? Porque pensamos solamente en nosotros. Yo, si hubiera muerto, hubiera dejado una madre, un padre y hermanos, una familia destrozada, amigos, ex compañeros, vecinos’’.
Destaca la importancia de comprender la perspectiva del sufrimiento que lleva a una persona al suicidio y menciona la falta de acceso a la salud mental. También la importancia de enseñar sobre el suicidio y factores desencadenantes, ayudar a las personas que están pasando por situaciones difíciles y generar relaciones de empatía y eliminar el estigma en torno a buscar ayuda sicológica.
Hay menos posibilidades de que suceda si están las herramientas para ayudar, y eso debe ser por todos los medios, las redes.
Si no tengo una solución, le puedo preguntar a mis padres, al sicólogo, al cura, a alguien que esté preparado y escuche. Luis Guillén, sobreviviente.