“Queremos democracia, no un Estado religioso”, “Siria, Estado libre y secular”, coreaban los manifestantes, hombres y mujeres, reunidos en la emblemática plaza de los Omeyas, constató un reportero de AFP.
“No hay nación libre sin mujeres libres”, se leía en una pancarta.
“Nosotros, los sirios, hombres y mujeres, tenemos un papel que desempeñar en la construcción de la nueva Siria”, dijo Majida Mudares, una manifestante de 50 años. “La era del silencio terminó”, agregó esta funcionaria jubilada.
Una coalición de grupos rebeldes liderado por los islamistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS) derrocó el 8 de diciembre a al Asad, quien huyó a Moscú tras haber gobernado Siria con puño de hierro durante más de 20 años.
La alianza rebelde tomó Damasco, la capital, tras una fulgurante ofensiva de once días, lanzada desde la provincia de Idlib, en el noroeste del país. Las nuevas autoridades prometieron respetar las libertades y “los derechos de todos”. Pero mucho temen que sus orientaciones islamistas toman la delantera.
HTS afirma que rompió con el yihadismo, pero el grupo sigue clasificado como movimiento “terrorista” por varios países occidentales, entre ellos Estados Unidos. AFP