Al igual que ella, su progenitora es bioquímica y muchas veces no pudo estar en actos escolares y otros eventos familiares.
“Yo y mis hermanos tuvimos muchas ausencias diarias de nuestros padres. Siempre llegaban a la noche, pero nosotros nunca les reclamamos”, cuenta.
Al estar al frente del laboratorio en el Hospital de Loma Pytá, explicaba a sus cuatro hijas la razón de sus ausencias.
“Recibí mucha ayuda de mi familia, pero no fue fácil. Quien está en el área de la salud sabe lo que deja con las exigencias de este trabajo”.
El acompañamiento del padre de sus hijas también fue importante para seguir sus estudios. Según refiere, terminó la carrera con sus primeras hijas muy pequeñas.
“Varias veces quería acompañarles en paseos, veía que se iban las otras mamás, pero yo no podía”. Sin embargo, sus hijas tampoco le reclamaron nunca las ausencias, revela.
Una de las claves para compensar las ausencias, dice, es pasar tiempo de calidad con los hijos.
“Llegás a tu casa y en todo momento tenés que compartir. Eso hacía y siempre estuve presente. También tuve una madre muy presente a pesar de todo lo que trabajaba”.
Hasta hoy en día sigue conversando con su madre. Una de las lecciones que le dejó y que le inculca a sus cuatro hijas es la importancia de instruirse siempre.
Las palabras de su madre fueron importantes cuando por un problema de salud existía riesgo de abandonar los estudios un tiempo.
Para la bioquímica, ser madre es tener una entrega total. “Es olvidarte de vos misma, vivir pensando 24 horas en tus hijos”.