Hay luz al final del túnel. A casi un año y medio desde que fuimos sorprendidos y fuertemente golpeados por la pandemia del coronavirus, como la mayor parte de los habitantes del planeta, con la casi absoluta paralización de la mayoría de las actividades económicas, sociales y culturales, y en que nos vimos recluidos como prisioneros en nuestras propias casas por medidas de protección sanitaria decretadas por el Gobierno, el panorama empieza a cambiar paulatinamente y el país empieza a retomar su vida cotidiana, como antes de la crisis.
Son buenas las noticias que reportan un lento aunque sostenido descenso del número de contagiados con Covid-19, al igual que el de los fallecidos diariamente por esta misma enfermedad, además de la descompresión de los servicios de terapia intensiva en los principales hospitales y centros de salud, pero, aunque las cifras diarias nos traen alivio y esperanza, no nos deben llevar a falsos triunfalismos ni a relajar los cuidados sanitarios, como el de evitar seguir usando tapabocas, abandonar las constantes prácticas de higiene o facilitar las aglomeraciones de personas.
Por ello resultan preocupantes los informes sobre el aumento de fiestas clandestinas o de grupos numerosos de personas que salen a pasear a lugares públicos, en muchos casos ya sin usar mascarillas, o como si el peligro hubiera pasado. Aunque todavía rigen las prescripciones de permitir grandes concentraciones de personas, especialmente en lugares cerrados, ya casi no se respeta y tampoco las autoridades hacen mucho por imponer el cumplimiento de las normas. En varios locales comerciales ya no funcionan los lavaderos de mano para ingresar, ni tampoco se toma la temperatura a los clientes.
Es comprensible que, tras tanto tiempo de encierro o de limitaciones, mucha gente ya quiera dejar de usar tapabocas y quiera salir a divertirse y a recrearse en grupos de familia numerosa, a reencontrarse con sus amigos, ir a bares y restaurantes cada vez más atestados, organizar fiestas de cumpleaños o casamientos con gran número de asistentes, participar de encuentros deportivos con buena cantidad de público, emprender viajes de esparcimiento… pero todo eso todavía no es recomendable, al menos no sin mantener los cuidados sanitarios recomendados para caso.
Aunque se ha logrado un importante número de personas vacunadas, recuperando el valioso tiempo perdido por la mala gestión inicial del Gobierno ante la pandemia, la actual cifra de poco más de dos millones de personas que recibieron las dos dosis de biológicos resulta todavía escasa frente a los más de siete millones de habitantes que tiene nuestro país, ya que implica que todavía existen más de cinco millones sin vacunar, lo cual todavía no permite alcanzar la llamada inmunidad de rebaño.
El virus del Covid-19 sigue al acecho, ahora con nuevas variantes de la enfermedad que son mucho más peligrosas y no se descarta el riesgo de una tercera ola.
Disfrutemos de una apertura responsable y controlada, que ayuda a reactivar la economía, pero sigamos vigilantes. Nuestra salud y la de los demás son lo más valioso.