Opus Dei - 26 de junio: San Josemaría - Evangelio (Lc 5, 1-11).
Comentario de la fiesta de San Josemaría. “Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que la apartase un poco de tierra”. El Señor ha subido a nuestra barca para entablar una relación personal con cada uno. De nosotros depende que el desenlace sea una nueva historia de amor, como sucedió en la vida de san Josemaría.
En el lago de Genesaret confluyeron dos dimensiones. En un lado, estaba Dios. En otro lado, unos pescadores. El primero tenía un plan eterno. Los segundos, el plan de todos los días.
Y entonces, Dios decidió que el plan de todos los días había de convertirse en un plan eterno. Era el primer capítulo de una historia de amor.
Lo que pasó en Genesaret se ha repetido infinidad de veces, tantas como seres humanos han poblado la tierra. Muchos, por desgracia, no se dieron cuenta. Y entonces su vida se desarrolló siempre en una sola dimensión.
“Parece que os han escogido uno a uno..., decía. ¡Y así es!” (Surco 220).
Pasados los siglos, decidió también ir a Logroño, a despertar con unas huellas en la nieve a un chico nacido en Barbastro llamado Josemaría. El procedimiento fue el mismo, el de siempre: Subir a la barca y, si la respuesta es positiva, ir haciéndose poco a poco amo y Señor. La conclusión fue la misma: El chico entendió que ya nada sería igual. Que el amor es jugarse la vida a una carta. Y dejándolo todo, lo siguió.
La fiesta de san Josemaría es un motivo de acción de gracias a Dios porque nos recuerda con particular fuerza ese deseo que tiene el Señor de unir su vida a la nuestra, ese anhelo que tiene desde siempre de que escribamos la historia de nuestra vida a cuatro manos, dejando que Él sea también autor y protagonista.
“Si respondes a la llamada que te ha hecho el Señor, tu vida -¡tu pobre vida!- dejará en la historia de la humanidad un surco hondo y ancho, luminoso y fecundo, eterno y divino” (Forja 59).
La vida de Josemaría Escrivá de Balaguer puede ser para cada cristiano un estímulo maravilloso para recordar que nuestra existencia, independientemente de cómo y dónde se desarrolle, puede recibir la luz de Cristo y reflejar también esa luz para los demás. No hay excusas que valgan: Podemos decir que no a la invitación, pero ya no podemos fingir que estamos sordos, que nadie nos avisó. “Yo tampoco pensaba que Dios me cogiera como lo hizo. Pero el Señor -déjame que te lo repita- no nos pide permiso para “complicarnos la vida”. Se mete y... ¡ya está! (Forja 902).
Todos, sin excepción, estamos llamados a ser santos. Esa es la voluntad de Dios, y ese es el único camino que conduce a la felicidad plena.
Cristo ha subido a tu barca, a la mía. De nosotros depende que el desenlace sea una nueva historia de amor. Como la de Josemaría y todos los santos que existieron antes que él.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-py/gospel/evangelio-san-josemaria-26-junio/).