Después de la renuncia de Benedicto XVI, muchas personas, católicas o no, nos hemos preguntado por las causas exteriores al Papa que provocaron su renuncia.
Dejo para personas más preparadas el estudio de estas causas.
Pero, como todas apuntan a la Curia del Vaticano. Como cristiano tengo la obligación de pedir la famosa reforma de la Curia, tantas veces expresada por los últimos papas, pero nunca realizada.
Hay un dicho romano de que “los papas pasan, pero la Curia permanece y se reproduce siempre”.
“Por sus frutos los conoceréis” son una palabras de Jesús. Si los frutos malos son los que personas de credibilidad cristiana afirman que existen en la Curia del Vaticano, me uno a los demás creyentes, que en la comunidad eclesial a la que pertenecemos y donde fuimos bautizados hacemos oración, creemos en el Dios de Jesús y profesamos esta FE, y que en esta ocasión eclesial piden como tarea primera del nuevo papa la reforma de la Curia del Vaticano.
Esto significa el cambio del modelo de Iglesia Católica que hoy tenemos por fidelidad al Evangelio, ayudados con lo que nos dice el Vaticano II y procurando descubrir lo que Dios quiere en esta nueva época de la Humanidad, que está comenzando.
En estos momentos en que hay personas que se desengañan o dejan la Iglesia (respeto su decisión y siguen siendo mis hermanos), personalmente como cristiano al servicio de todos (creyentes o no) como un ser humano que es sacerdote, pido humildemente a todos los que tenemos la misma FE, que insistamos para que sea reformado, o recreado de otro modo, este medio humano organizativo que es la Curia del Vaticano, que ha dejado de ser un bien que nos ayude para impulsar el Reino de Dios y, en algunos aspectos, se ha convertido en un gran impedimento para ello.