12 jul. 2025

Reducir desigualdades debe ser prioridad de políticas públicas

La desigualdad en Paraguay no es una novedad ni pasa desapercibida en la sociedad. En general, cualquier medición, informe, estudio o encuesta muestra alguna de las múltiples manifestaciones de la desigualdad. Un reciente reporte realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo hace un recorrido por las brechas existentes en América Latina, incluyendo a nuestro país, dando cuenta con indicadores económicos y sociales de este profundo problema que se mantuvo en el largo plazo y que en los últimos años mostró retrocesos de los pocos avances logrados. Esta evolución debe causar profunda preocupación, ya que la evidencia empírica también muestra los riesgos que enfrentan las sociedades con altos niveles de inequidad. Un país es inviable con los niveles de inequidad que existen en Paraguay.

El documento La crisis de la desigualdad. América Latina y el Caribe en la encrucijada señala con suma dureza que el distanciamiento social en la región empezó mucho antes que la pandemia. La extrema desigualdad que ubica a América Latina como el continente más desigual del mundo tiene el efecto perverso de reproducir la brecha entre ricos y pobres y socavar la confianza de la ciudadanía en el bien común.

Paraguay no solo no escapa a esa realidad, sino que en la mayoría de los indicadores analizados se encuentra peor que la media latinoamericana y entre los últimos países cuando se trata de condiciones negativas.

En el ámbito económico, la situación empeora si se considera la tendencia en el largo plazo. El documento encuentra que el coeficiente de Gini, indicador que mide las brechas de ingresos, presentó mejoras entre 2002-2012, pero a partir de allí empeoró. Es decir, aumentó la desigualdad.

Esta evolución no llama la atención si se observa el comportamiento de otras variables que afectan de manera directa el ingreso de las familias. El 85% de los ingresos provienen del trabajo, según las encuestas de hogares. Esto significa que un cambio en el mercado laboral tiene la potencialidad de cambiar la distribución.

En la medida en que más personas de un hogar trabajen y los ingresos laborales aumenten en los niveles más bajos de ingresos, la desigualdad tenderá a caer. Una reducción de la pobreza más rápido que el enriquecimiento de los estratos superiores también tendería a reducir las brechas. Sin embargo, en los últimos años los ingresos laborales se han mantenido sin cambios, el desempleo aumentó, la reducción de la pobreza se ralentizó e incluso en 2016 se incrementó y la informalidad se mantuvo. Con este mediocre desempeño difícilmente se puede pensar que la desigualdad podría reducirse.

Para que las familias, especialmente las de menores ingresos, aumenten sus ingresos mejorando sus oportunidades laborales, sus hijos deben contar con salud y educación de calidad, las mujeres con la posibilidad de salir a trabajar y las familias con protección financiera contra riesgos de ingresos, como seguridad social, seguro de desempleo o seguro agroclimático.

El estudio, al analizar algunos de estos indicadores para Paraguay, encuentra que nuestro país tiene uno de los niveles más altos de informalidad y más bajos de seguridad social, no cuenta con instrumentos básicos de protección social y los que tiene son de baja cobertura.

Si el mercado laboral no distribuye, el Estado debe cumplir este rol. Este estudio también encuentra que Paraguay, debido al inequitativo sistema tributario y a problemas en la asignación de subsidios, tampoco lo puede hacer, ya que en definitiva termina beneficiando a los sectores de mayores ingresos.

Un país es inviable con los niveles de inequidad que existen en Paraguay. Otros estudios señalan claramente que este problema conlleva conflictos sociales y políticos que obstaculizan el crecimiento económico. Por lo tanto, es urgente que las políticas públicas empiecen a tener como un objetivo prioritario la reducción de las desigualdades.