A nivel internacional, el acuerdo comercial light alcanzado entre EEUU y China ha despejado en el corto plazo una profundización de la guerra comercial entre ambos países y la incertidumbre que emergía de la misma, que afectaba negativamente los flujos de comercio internacional y los precios de commodities desde mediados del 2018. Sin embargo, la reciente aparición de una epidemia de coronavirus en China se convirtió en el nuevo factor de riesgo para la economía mundial. Si se controla y disipa rápidamente, el impacto estará contenido en un menor crecimiento económico de China, pero si persiste y se expande, puede provocar una importante caída en el comercio mundial. El panorama será más claro en dos o tres meses. Por el momento, hay un fortalecimiento del dólar y una alta volatilidad en los precios de commodities y activos.
En nuestra región, el Gobierno argentino ha endurecido el control de cambios para frenar la pérdida de reservas internacionales y ha incrementado la presión tributaria para reducir la brecha fiscal. Sin embargo, no ha dado señales claras respecto al control del gasto público y la renegociación de la deuda será más compleja de lo previsto inicialmente y las perspectivas no son buenas. Por otro lado, el gobierno brasileño avanza en su programa de reformas para reducir el déficit fiscal y otorgar mayor protagonismo al sector privado en el desarrollo del país. A pesar de la lenta reactivación, la política económica ha venido ganando credibilidad y hay mucho optimismo en los actores económicos brasileños. Por otro lado, el real se ha depreciado más de lo inicialmente previsto, lo cual contrapesa los efectos positivos de la reactivación económica brasileña sobre nuestro país. En resumen, una Argentina con cambio controlado y en recesión y un Brasil con un real más devaluado, seguirán teniendo impacto negativo en la actividad económica de nuestro país en el presente año.
A nivel local, la buena noticia es que el clima ha favorecido a la producción de soja en esta zafra. La cosecha está muy avanzada y los rendimientos obtenidos hasta ahora indican que la producción será superior a 10 millones de toneladas, en línea con los supuestos que hemos utilizado en octubre pasado para la proyección de crecimiento del PIB, de las exportaciones y el ingreso de divisas resultantes para este año. Por otro lado, los datos de actividad económica a diciembre del año pasado indican que los demás sectores económicos, la industria, la construcción, el comercio y los servicios, siguieron expandiéndose a un ritmo de crecimiento del 5,4% anual en términos reales en el cuarto trimestre del 2019.
Sin embargo, ciertos factores a nivel local ponen en riesgo la consolidación de esta reactivación económica, además del escenario internacional y regional poco favorable. En primer lugar, la reducción del déficit fiscal del 2,8% del PIB observado en el 2019 al tope del 1,5% del PIB como exige la Ley de Responsabilidad Fiscal, requiere una reducción de la inversión pública del 35% con relación al 2019. Un ajuste sustancial, cuyos efectos negativos en otros sectores serán muy importantes. En segundo lugar, el impacto ampliado del mayor ingreso de los productores agrícolas en términos de mayor consumo e inversión es incierto. En el mejor de los casos será moderado, debido a que deben cancelar los compromisos asumidos para financiar las pérdidas de la zafra anterior.
Por lo tanto, es fundamental ser prudentes en la conducción de la política macroeconómica. Como sugerí en artículos anteriores, lo más razonable sería modificar la Ley 5098 de Responsabilidad Fiscal, previendo que la reducción del déficit fiscal para volver al tope del 1,5% se realice en dos ejercicios fiscales, un proceso más gradual mitigando el impacto negativo en la actividad y mejorando su desempeño como instrumento de una política fiscal anticíclica.