18 feb. 2025

“Falta mucho para que se haga justicia en el caso de Agustín”

En la fecha se cumplen 30 años del secuestro, en la ciudad de Paraná, Argentina. La viuda, Elba de Goiburú, reclama al Poder Judicial y al Gobierno que implementen la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Por Antonio V. Pecci y
Miguel H. López
El de Goiburú es un caso emblemático, pues pone en evidencia la metodología de secuestro y desaparición aplicada por la dictadura stronista. Este médico, originario de San Cosme y Damián, a los 25 años recibía su título e intentaba iniciar una profesión digna. Pero su sensibilidad y denuncia de los presos que llegaban con signos de tortura al Policlínico Policial Rigoberto Caballero le valieron a él y a otros pocos colegas valientes su salida al exilio. "Él tenía afición a la música y era buen cantante, apreciaba mucho las guaranias como ‘Nde rendápe aju’ ”, comenta su viuda Elba de Goiburú, rememorando sus 22 años de vida juntos.
Elba y Agustín se casaron en Asunción, en 1955, y alquilaron una casa en España y San Rafael, Villa Morra, “cuando las calles eran de pasto y el único modo de llegar al centro era en tranvía”, aclara. Agustín se estaba recibiendo de médico ese año. De origen campesino, hijo de un combatiente de la Guerra del Chaco que murió en el conflicto, recién a los 11 años pudo iniciar la primaria con la ayuda de sus parientes, los Talavera Goiburú, quienes trajeron al chico a Asunción. Estuvo haciendo prácticas en el Policlínico Policial Rigoberto Caballero, donde atendió hasta que se dio el mencionado incidente que le costó persecución y el destierro en 1959 por sus ideas democráticas.

EN POSADAS. “Llevábamos una vida de gitanos, pues nos mudábamos de un lugar a otro, tal es así que tuvimos que mudarnos de Posadas para establecernos en Santa Ana, por la presión de los pyrague”, rememora Rogelio, 50, también médico. Él recuerda a su padre como un hombre cariñoso y entusiasta. “Caminábamos por toda la provincia de Misiones por selvas, esteros, hacíamos salto alto, salto largo, íbamos a pescar.” Con Faustino Centurión, Pérez Brusquetti y Plutarco Recalde, crea el Sanatorio Misiones, que –aunque privado– atendió a muchos compatriotas insolventes y a ciudadanos argentinos, por lo cual gozaba de gran aprecio.
“El primer secuestro de Agustín fue en noviembre de 1969 –cuenta Elba–, cuando –pescando en el río Paraná–, acompañado de Rolando, que tenía 10 años, fue secuestrado por un grupo de la Armada al mando del oficial Deolindo López, quien además nos robó el bote de siete metros con motor fuera de borda.”
A Rolando lo devolvieron a Posadas. A Agustín, en cambio, lo trajeron en una avioneta a Asunción. Y desapareció. Hasta que Elba vino a buscarlo, encontrando negativas, hasta que día un soldadito le dijo: “Agustín está en los sótanos de la Marina”, y ella denunció eso a nivel internacional. La movilización de la ciudadanía misionera y de sus autoridades en favor de su libertad obligó al régimen a sacarlo del sótano y enviarlo a celdas policiales, hasta recalar en la Comisaría 7ª.
“Yo fui a verlo a Montanaro, ministro del Interior, y me dijo: ‘El doctor Goiburú no va a salir de prisión’. Entonces, fui junto a Aníbal y a Heriberto Florentín, quienes lo querían mucho, y ellos dijeron: 'Ñanohêta taitápe’ (tenemos que sacarlo de allí). Y vieron que la única forma era cavando un túnel. Con él estaba en la misma celda el mayor Alberto Vicente Maidana, guaireño, cuñado de doña Coca de Lara Castro, quien le consiguió los documentos que le servirían en Argentina. Finalmente, escaparon en diciembre de 1970 y lograron asilo del Gobierno chileno, causando un severo daño al omnipotente sistema de seguridad stronista.”

EN PARANÁ. Ante el acoso que sufrían por parte de los pyrague a su domicilio y consultorio, la familia Goiburú decidió radicarse en Paraná. Allí el médico trabajó en el Hospital San Martín y en el Sanatorio Rivadavia. Y cuando los detectaron, comenzaron a llegar los pyrague para secuestrarlo nuevamente. Hasta que finalmente lograron su objetivo el 9 de febrero de 1977. “Fue un grupo de tareas de seguridad argentina y de policías paraguayos”, señala Rogelio. “Estos lo entregaron a Pastor Coronel, quien fue junto a Stroessner y le dijo: ‘Misión cumplida, mi general’. Planearon el secuestro los generales Francisco Brítez Borges, Benito Guanes Serrano, Alejandro Fretes Dávalos y el cónsul paraguayo en Posadas, Francisco Ortiz Téllez. Mario Abdo Benítez le escribía constantemente al cónsul pidiéndole que averiguaran todos los datos sobre el ritmo de vida de Agustín, según documentos que obran en el Archivo del Terror”, señala.

“Falta mucho para que se haga justicia en el caso de Agustín. La sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos –emitida en diciembre pasado– le obliga al Estado a investigar el paradero de Agustín. Pero ni los jueces ni el Ejecutivo han tomado ninguna medida. Tampoco han hecho ninguna publicación de prensa, ni establecer una placa recordatoria. Y no nos han hablado siquiera del pago de la indemnización, así como de un seguro médico integral para toda la familia. Nada de eso se ha cumplido. Pero yo no dejo de luchar un solo día”, afirma esta valiente mujer.