Una publicación de la BBC de 2014 señala que Sathya Sai Baba falleció en 2011, a los 84 años. Su nombre era Stahyanarayana Raju, y es quizás el más famoso líder espiritual en Occidente. Llegó a ser tan conocido gracias al movimiento h y a su peculiar estilo: Vestía siempre una túnica anaranjada y llevaba una melena afro.
Aunque algunos lo acusaron de abuso sexual, nunca llegó a ser imputado. Y cuando murió se vio en su funeral a importantes personalidades indias como Sonia Gandhi y Manmohan Singh.
Su inspiración llegó hasta América Latina, donde se establecieron numerosos Centros Sai para propagar sus enseñanzas basadas “en la universalidad del amor, la verdad y la paz”.
Se dice que en América Latina tenía cientos de miles de seguidores, y uno de los más famosos es el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. “Los gurús también trafican con influencias, porque los políticos corren hacia ellos para pedirles consejos. La proximidad a un gurú legitimiza a un político y realza su poder”, asegura el sociólogo Shiv Visvanathan.
“La primera ministra más influyente de India, Indira Gandhi, a menudo pedía consejos a su gurú de yoga Dhirendra Brahmachari”, agrega.
Muchos gurús también son empresarios exitosos y dirigen imperios enormes con la venta de medicamentos tradicionales, productos de salud, clases de yoga y terapias espirituales. Manejan colegios, escuelas y clínicas.
Según el sociólogo Shiv Vishvanathan, algunos gurús han hecho que las compañías más conocidas de India “parezcan aficionadas de la administración”. Un gurú de Punjab, Gurmeet Ram Rahim Singh, que dirige una popular secta religiosa, incluso se presenta en conciertos de rock y actúa en películas. Unos son maestros de yoga, otros son famosos por sus discursos y la mujer gurú más famosa de India, Mata Amritanandamayi, se hizo conocida abrazando a la gente para bendecirla y como forma de terapia.