Cuando me preguntaron días pasados, amable lector, cuáles serían las implicancias del ataque preventivo de los Estados Unidos en Bagdad, y que acabaron con la vida del general iraní Qassem Soleimani y del líder chiíta del Hezbollah, el iraquí Abu Mahdi al-Muhandis, lo primero que pensé fue ¿cuáles serían las implicancias de dicho ataque para la seguridad interna del Paraguay y sus ciudadanos?
Baso mi análisis en un proceso inverso. La globalización lo exige. Cualquier hecho de esta naturaleza acontecido en alguna parte del mundo tiene un efecto directo o indirecto sobre otras naciones, incluso en las más alejadas geográficamente.
La pérdida del general Soleimani representa un daño irreparable para su país. Era una especie de jefe de Estado Mayor Conjunto de sus Fuerzas Armadas, con funciones propias de jefe de Policía y ministro de Relaciones Exteriores. Uno de los hombres más poderosos de la región. Su figura era imprescindible, ya que dirigía varios frentes que incluían, según información pública, múltiples operaciones como represión interna y política militar internacional. Administraba organizaciones paramilitares transnacionales que ejecutaban acciones concretas de terrorismo y narcotráfico, incluido apoyo a carteles de la droga sudamericanos. ¿Qué significó la muerte de un alto valor como el general Qassem Soleimani? Fue sin dudas un metamensaje de Estados Unidos dirigido a Irán y otras potencias, especialmente a Corea del Norte, China y Rusia.
Cuando hablo del Hezbollah (Partido de Dios) recuerde que los atentados en Buenos Aires de marzo de 1992 y julio de 1994 tuvieron como protagonistas a ciudadanos extremistas sindicados como militantes de aquella falange. Asimismo, recuerde que según informes de otros analistas, las actividades financieras y políticas de potencias del Oriente Medio y sus aliados se intensificaron en los últimos años en América Latina visiblemente por medio de Venezuela, anteriormente en Bolivia, Cuba y Nicaragua, con conexiones en las colectividades radicales afincadas en la Triple Frontera del Mercosur, integrada por Argentina, Brasil y Paraguay. Como ve, no estamos tan alejados de los actos violentos ni de sus fuentes de financiación. En síntesis, los agentes del terrorismo mundial tienen amplias posibilidades de operar en nuestro país. Y operar tiene para estas acciones dos significados superlativos que abarcan desde la gestión financiera a una eventual o poco probable acción directa contra objetivos reales y definidos (ejercicio de la violencia), objetivos que siempre cumplirán con dos requisitos, recuérdelo: serán simbólicos y vulnerables.
Hoy Estados Unidos no tiene un rival militar ni tecnológico que lo supere. Incluso cuenta en aquella región con su aliado más leal que es Israel y que, asimismo, ha desarrollado una superlativa capacidad tecnológica y militar.
¿Dónde radica la debilidad de cualquier Estado democrático? En tres aspectos: a) En el poco control y en las amplias libertades públicas. Fíjese que la fortaleza de estos (democracia y estado de derecho) es, a su vez, su debilidad. b) Son enclaves de fácil acceso y de una comunidad de naciones variada y unida. Y 3) generalmente son Estados que pueden ser víctimas colaterales de otras luchas hemisféricas.
¿Cuál es el camino? Estoy seguro de que los encargados políticos de la seguridad de nuestros respectivos países, por los múltiples y variados escenarios que deberán enfrentar para negociar la continuidad de paz en el Mercosur, la negociarán en base a: a) El cumplimiento de la ley; b) El diálogo con los principales referentes de diversas colectividades, principalmente en Foz de Iguazú, Puerto Iguazú y Ciudad del Este; y c) La cooperación internacional. Como país lo que nos conviene es mantener con absoluta prescindencia y neutralidad la seguridad de nuestros compatriotas y ciudadanos residentes en el país, de todos los conflictos externos que peligren la seguridad física y los bienes de sus habitantes.
Como humanidad, nos enfrentamos al nuevo dilema de las políticas públicas: libertad o seguridad. Recuerde lo que dice Zygmunt Bauman: “Libertad y seguridad son dos valores tremendamente difíciles de conciliar. Más seguridad implica renunciar a cierta libertad; pero más libertad implica renunciar a la seguridad”.