25 abr. 2024

Prohibido enfermarse: ¡ya no queda lugar!

Andrés Colmán Gutiérrez – @andrescolman

Me tocó acompañar a una humilde y joven pareja en su calvario por conseguir atención médica para su bebé en el Hospital Materno Infantil San Pablo. Cuando sos un ciudadano común, ganás lo justo y no tenés seguro vip, no te queda otra opción que depender de la salud pública.

El bebé volaba de fiebre y los padres decidieron llevarlo al centro asistencial donde había nacido. Tras esperar en urgencias, en medio de una larga fila de pacientes desesperados por recibir atención, lograron que se le haga un estudio. El diagnóstico fue que tenía una infección en la vía urinaria y requería de una urgente internación.

En el San Pablo no se internan bebés, solo madres en proceso de parto, les explicaron. Además no quedaba un solo lugar disponible, todas las camas estaban ocupadas y había pacientes hasta en los pasillos. Lo ideal era que lo lleven al Pediátrico Niños de Acosta Ñu, pero allí tampoco cabía un alfiler. “Todo está saturado, tenemos pacientes en los corredores y hay una larga lista de niños enfermos esperando”, nos explicó una médica del Acosta Ñu. En los demás hospitales y centros de salud sucedía lo mismo: todos estaban abarrotados, no había una sola cama vacía.

“El bebé está grave, no le podemos dejar ir hasta que consigamos un lugar en donde internarlo”, explicó la médica de guardia del San Pablo. Así que la mamá se quedó en un sillón de cuero desvencijado, en la diminuta sala de urgencias, cargando a su bebé conectado a una sonda con suero y medicamentos.

En la pequeña sala de urgencias del San Pablo hay cuatro viejos sillones para que los pacientes se puedan sentar a esperar atención, pero en la práctica se convierten en codiciadas improvisadas camas de “internación temporal”.

Fue admirable ver a los médicos y enfermeros atendiendo a los pacientes hacinados en ese improvisado espacio en donde todos entran y salen, a veces a las corridas.

La espera se hizo interminable. “Apenas tengamos noticias de una cama disponible, les derivamos”, prometían los médicos, pero nunca había.

En la práctica, la “internación” duró más de 72 horas en el sillón de urgencias, el bebé pudo mejorar y los padres pudieron regresar a su hogar, abriéndose paso entre la fila de pacientes que aguardaban adueñarse del viejo sillón que había quedado disponible. Era la misma cola de pacientes que en estos días se ve en Clínicas, en el IPS, en Emergencias, en el Hospital Nacional, en cualquier centro de salud pública de referencia.

Esa doliente procesión de compatriotas formando largas colas desde la noche hasta el día, ante las puertas de cualquier hospital, para tratar de tener un lugar en donde curarse, se ha vuelto parte del paisaje cotidiano. Ya casi no es noticia en los medios de comunicación y acabamos aceptándolo como algo “normal”.

Solo falta colgar un cartel en cada puesto sanitario que diga: “Prohibido enfermarse: ¡ya no queda lugar!”. ¡Y pensar que con una parte de lo mucho que se roban podríamos cambiar esta historia!

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