El mismísimo presidente de la República trabaja en la concreción “racional” de esta unidad, de sus requisitos previos. Lidera, inconstitucionalmente, un nuevo movimiento político que expresaría dicha unidad. Resulta que para Mario Abdo Benítez es un desespero particular todo lo ateniente a la “concordia” colorada. Va entonces, de aquí para allá, tratando de asegurar cualquier chaleco salvavidas que le permita seguir fungiendo como capitán de un barco de maniáticos, de despiadados inmersos solo en sus propios y mezquinos asuntos.
Incluso su atolondrada ida a Concepción —donde muy convenientemente esta semana las Fuerzas de Tarea Conjunta abatieron a menores de edad (supuestamente del EPP) y presentaron los asesinatos, patéticamente, como golpes furibundos al crimen organizado— se enmarca en el afán del Abdo por mostrarse el hombre que tiene agarrado el toro por las astas, cuando visiblemente no lo es.
El Presupuesto sicótico está basado en la tranquilidad del funcionariado público, eminentemente colorado. A este funcionariado, el sociólogo Mauricio Schvartzman llamó hacia 1986, cuando Mario Abdo (padre) era secretario del dictador Alfredo Stroessner, “peones de la represión”. Desde el punto de vista del clientelismo y del prebendarismo, de los posmodernos ejércitos de trolls digitales, de los tradicionales hurreros, este peonaje continúa (activo o pasivo, afirmaba el sociólogo entonces, no importa) la lógica sectaria inaugurada por el stronismo. Aquella en donde el mejor amigo de un colorado siempre es un correligionario.
Como varias veces en el pasado reciente, el resto del país empobrecido tendrá que sostener la profunda crisis económica nacional. Quienes han perdido sus trabajos, han visto mermado sus ingresos y, además, se han encontrado enfermos y deprimidos por la situación, ayudarán a mantener a una cota manejable socialmente el nivel de vida de una casta burocrática, de una privilegiada casta política y de una voraz casta mercantil y financiera (cuando no fáctica), todas juntas entreveradas pero coordinadas cuando se trata de enfrentar los problemas “macroeconómicos” a la manera en que les enseñó el único líder, Stroessner: Como una gavilla de ciudadanos de diferente categoría. Quienes, ¡pero por favor!, no salen perdiendo en ninguna coyuntura. Castas coloradas en su mayoría, claro está.
Parece no haber , según estas élites sicóticas, nada relevante que apuntalar en educación, luego de un año nefasto en dicho ámbito bajo la administración política de un alucinado pastor del más allá y evangelista de la tecnología digital. Pero esto no es “nada”, finalmente: ¡Hay una total esquizofrenia gubernamental con respecto a la salud, por lo menos en lo que atañe al plan de gastos planteado! ¡Como si ella no fuera el tema central de nuestras vidas hoy mismo!
Los 1.600 millones de dólares tomados de préstamos que el Congreso aprobó al Ejecutivo, en marzo pasado, para enfrentar la pandemia, fueron utilizados en la estabilidad de su peonaje particular. Eso es patente. Nada indica que los otros 1.200 de la misma moneda que el Ejecutivo piensa prestar, otra vez, para incorporarlo al Presupuesto, sean utilizados para otra cosa que no sea la búsqueda de la vacuna colorada para su propio y cíclico virus interno: La unidad imposible, siempre precaria y provisoria. Lo demás, sencillamente, no les importa.