En periodismo solemos decir que lo frecuente, lo que se torna casi regular, ya no es por lo general noticia. Hete aquí, que no ocurre en todos los casos, porque por lo particular hay hechos que a pesar de ser casi cotidianos siguen marcando novedad e impacto por lo que significan y afectan. El sitial de uno de los países más corruptos que ostenta Paraguay no es peculiar –lamentablemente–, pero deviene relevante, actual y preocupante. En diciembre de 2013 seguimos estando, como país, en los primeros lugares de tan vergonzoso sitial.
Por estos días la oenegé alemana Transparencia Internacional dio los resultados de percepción global, y en Sudamérica, en corrupción, somos segundos, después de Venezuela. En el continente estamos en tercer lugar, llevando la punta la devastada Haití.
Hasta aquí parece discurso repetido. Lo delicado y preocupante es que las razones que originan tal nivel en el ránking mundial también se repiten, sin que hubiera alguna variación en estos largos años de ostentar el cetro de los más corruptos: Las áreas más problemáticas son los partidos políticos, la Policía y los sistemas judiciales.
Estos tres puntos apuntan a los principales causantes.
1. Los partidos políticos, en este caso, no significan solamente las estructuras, sino sus miembros en los diversos estamentos públicos, ya sea el Poder Ejecutivo o el Legislativo. La suma de tantos factores mantiene el valor del producto final: la corrupción política es descomunal y los actos venales de los políticos perjudican a todos, en particular y con mayor fuerza a los más desprotegidos de la sociedad.
2. La Policía como término genérico, aunque siempre se salvan las excepciones honestas que habitan sectores de ese estamento. El combate a la criminalidad y por ende a la inseguridad son inconjugables desde hace bastante tiempo. Muchos factores determinan que esto siga ocurriendo y empeorando.
3. Sistemas Judiciales. Todos, directa o indirectamente en el país, fuimos o somos víctimas de la venalidad de este organismo. Los poderosos no purgan nada, ni son molestados, y los ladrones de gallinas penan en juicios acelerados e implacables; o algunos inocentes pagan por delitos no cometidos.
Esto de la corrupción es un gran negocio, porque mueve mucho metálico e influencia; y bien se ve por dónde va circulando ese dinero.