Apenas asumió Raúl Cubas Grau (1998/1999), un emisario de Lino Oviedo visitó al vicepresidente Luis María Argaña para comunicarle que el presidente de la República se encargaría de la administración del Estado y que el manejo político del Gobierno quedaría en manos del ex general.
Mensaje inequívoco. El poder real lo ostentaría el avasallante ex comandante del Ejército y que Cubas, un empresario discreto sin trayectoria política, sería apenas un gerente. Con esto, aconsejaba al vicepresidente (su acérrimo adversario) que se quede quieto en su despacho sin interferir.
Un jefe constitucional de fachada. Y el verdadero jefe en las sombras.
El doble comando, la crisis colorada no resuelta y el autoritarismo de Oviedo llevaron al país a la peor tragedia política de la transición, conocida como Marzo Paraguayo. Los colorados definieron su pleito asesinando al vicepresidente Argaña y a varios jóvenes que salieron a defender la democracia. Cubas fue al exilio. Todo en 7 meses. La pesadilla siguió con la instalación de un nuevo gobierno de emergencia que terminó “defaulteando” al país.
Lo que sucedió en 1999 fue el corolario de una ingobernabilidad que venía incubándose desde 1993, con el gobierno de Juan Carlos Wasmosy. Entonces, Oviedo ya mostró sus intenciones y fue un protagonista desestabilizante de la frágil democracia, que incluyó un intento golpista.
UNA BOMBA. El Partido Colorado está atravesando una situación similar. Se le “oviedizó” el escenario con el doble comando Cartes/Peña, Peña/Cartes.
Cartes, un ex presidente que ya tuvo una crisis sangrienta por su intención de forzar la inconstitucional reelección, volvió al poder colorado con el triunfo de su ahijado como candidato presidencial y él como presidente de la Junta de Gobierno, desde donde piensa ejercer el poder real. Por ahora.
Pero la movida de piezas del Norte cambió el escenario. Cuando fue designado “significativamente corrupto” en agosto, no le dio importancia. Siguió con su plan político. En enero le cayó la sanción económica que lo obliga a desprenderse de todas sus empresas. Esta medida sí puso en jaque todos sus proyectos, porque el pedido de extradición pende como espada de Damocles. Una interrogante que lacera las carpas republicanas porque tanto su presencia como su ausencia tendrá fuerte impacto.
El plan del doble comando entró al campo de la incertidumbre por el corrimiento forzado de Cartes, por efecto de la sanción norteamericana. Coincidencia o no, Peña viene cometiendo demasiados errores en los últimos tiempos, afectado tal vez por la situación de su padrino político que le resuelve todos los asuntos mientras él hace campaña por todo el país en avionetas de lujo, sin preocuparse por los gastos y otras nimiedades. Primero insultó a los argentinos, luego reivindicó a Stroessner, luego propuso reducir las atribuciones de salud pública, interpretada como privatización. En todas las ocasiones se vio obligado a aclarar sus palabras. O culpar a la prensa, el atajo fácil de todo político que no quiere asumir las consecuencias de sus palabras.
También le sucede con las propuestas programáticas de la Concertación, que ha logrado instalar en el debate público sus planes de gobierno obligando a la ANR a una actitud reactiva. Más allá de la polémica o los cuestionamientos a Efraín por planteos como la energía más barata, la transferencia directa para la merienda escolar, el relacionamiento con China Continental, por primera vez la ANR está en segundo lugar en el debate público de los programas de gobierno. Se reduce a cuestionar lo que plantea la oposición.
Tampoco puede hablar de la transparencia ni de ética empresarial. Ni juegos limpios en la competencia económica.
Como si fuera poco, la frágil unidad colorada empezó a reabrir grietas. La situación de Cartes que impide a la ANR contraer préstamos de los bancos desató reclamos de renuncia. Lilian Samaniego lo dijo sin empacho: “Hoy nos encuentra en esta crisis donde una persona –reconozco que es presidente del partido– está poniendo en riesgo el gran desafío que tiene el partido el próximo 30 de abril”. “Que se deje de joder”, le respondió Bachi Núñez, y Juan Carlos Galaverna la tildó de “malagradecida”. En el abrazo republicano los cuchillos siempre están bajo el poncho.
Horacio Cartes, el salvador de la ANR en el 2013, el poderoso empresario que puso bajo sus pies a medio Estado, a empresarios y políticos a fuerza de dinero, se está convirtiendo en un peso muerto para la ANR, mientras Santiago Peña busca desacoplarse de su controvertida figura.
A pesar de las optimistas y desacreditadas encuestas que vaticinan el triunfo del candidato colorado, la incertidumbre sigue siendo la principal protagonista a 50 días de las elecciones.