Por Mario Rubén Álvarez
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Los Guarani buscaban una tierra sin males, una porción encantada de tierra donde con solo extender las manos aparecieran en abundancia todos los dones de la naturaleza. El yvy maraê?ÿ era aquel Paraíso Terrenal del que habla la Biblia. Bastaría con disparar ?sin siquiera apuntar al blanco? la flecha para que un tañykatî o un mborevi robusto vinieran a su encuentro.
Muchos sectores sociales pensaron que con el gobierno del presidente Fernando Lugo los mboriahu apî, los desheredados, los tradicionalmente olvidados y postergados, automáticamente, iban a tener una réplica aunque sea algo parecida a aquella utopía de los verdaderos dueños del suelo que hoy habitamos.
Obviamente, después de 60 años de aplanadora colorada ?sin olvidar los anteriores gobiernos de la era independiente y, yendo más atrás, los días en que llegaron los conquistadores españoles? en cada rincón del país, es imposible cerrar la noche y abrir, mágicamente el telón del día cambiando una rutina de corrupción e ineficacia. Los milagros existen, pero solo para la canonización de unos cuantos privilegiados que ingresan al santoral.
Ya muy cerca de los 100 días ?que están a punto de completarse? del nuevo gobierno que aún conserva la adhesión de una gran esperanza, el desencanto de los que estaban ilusionados con la construcción de una relación diferente entre los que ejercen el poder y la sociedad ?una especie de yvy marae?ÿ karape que comenzara con las actitudes y apuntara a logros palpables? empieza a ganar espacio.
Uno de esos sectores en el que las dudas comienzan a cobrar cuerpo es en el de los artistas que cantaron para los actos programados con motivo de la asunción presidencial. Creían ?y la mayoría sigue creyendo todavía? que una nueva nación estaba naciendo y sumaron su arte a la celebración popular. Muchos de ellos estaban dispuestos a actuar gratis, pero quienes los invitaron les dijeron que el Gobierno iba a pagarles ?como corresponde? por su aporte artístico.
Acostumbrados a esperar ?salvo unos pocos que han logrado imponer la excepción de cobrar antes de su presentación o al bajar del escenario?, los músicos tomaron como parte habitual de su vida que los cheques demoraran en llegar.
Pasaron, sin embargo, 30 días. Y 60. Un mes es razonable, dos ya no tanto, casi tres ya son un abuso contra la paciencia. Mario Casartelli ?compañero de este diario?, con pleno conocimiento de causa porque él fue uno de los que aportaron su voz en los actos, mencionó el caso que afectaba también a sus colegas. Decía en Última Hora ?porque era lo que le habían respondido al reclamar lo suyo? que Hacienda no liberaba los fondos.
A raíz del artículo, la oficina de prensa del Ministerio de Hacienda le aclaró que ni la Cancillería ni el Ceremonial del Estado ?coordinadores de las actividades? habían solicitado dinero para cumplir con obligaciones pendientes con los músicos.
Los más afortunados ya cobraron. Para otros, la espera sigue. Las promesas también. “La próxima semana”, “A fin de mes, sin falta”, les dicen. Pero ikuerái léntoma lo mitâ. A este tranco, es probable que cuando termine noviembre se les diga: “A fin de año”. Y las cuentas no dan tregua.
No hay nada más odioso que pedir, mendigar casi, lo que legítimamente le pertenece a uno. Cuando sobrepasa un plazo razonable, eso se llama humillación. Es hora ya de que el Gobierno de Fernando Lugo pague a los cantores del 15 de agosto.