20 abr. 2024

Otro país es posible

“Jamás imaginamos que en una semana todo cambiaría de esta forma y tan rápido en el mundo y en el Paraguay. Esto es muy serio, la pandemia del Covid-19 está generando un momento de incertidumbre mundial. No sabemos cuándo termina, ni su alcance, pero las estadísticas nos muestran que las medidas de aislamiento son las correctas”.

En tono grave hablaba el presidente Mario Abdo Benítez para argumentar la continuidad de la cuarentena hasta el 12 de abril, y con medidas más duras de aislamiento social desde ayer hasta el próximo sábado 28. La decisión se imponía para evitar una catástrofe teniendo en cuenta la transmisión comunitaria del virus Covid-19. Esto es cuando aparecen los infectados sin enlace epidemiológico, o seas el virus está en la calle y cualquiera puede ser portador. Esto implica descontrol, más aún en un país con absoluta precariedad en su sistema sanitario y conlleva a un alto riesgo del colapso.

Minutos después, el ministro de Salud, Julio Mazzoleni, confirmaba el primer fallecimiento de un paciente de coronavirus, internado en terapia intensiva. En tanto, la cifra de casos confirmados crece y el contador aumentará su velocidad si las personas no respetan el aislamiento social, como se vio ayer en supermercados.

El Covid-19 marca un hito en la historia del mundo. Ningún acontecimiento ha parado el planeta como esta pandemia, ni siquiera la segunda guerra mundial. Este suceso colosal requiere medidas excepcionales, urgentes, drásticas, dolorosas.

Lo que vimos hasta ahora es apenas el preámbulo de una trágica historia. Las experiencias de China y Europa son cartas desde el futuro. Nos dicen con sus aciertos lo que debemos hacer y nos alertan de sus errores para no repetir.

En estos días, el país fue testigo de la catarata de decisiones en materia política, económica, financiera, seguridad y ciudadana yendo hacia un mismo objetivo: pelear juntos para mitigar los efectos devastadores de la pandemia en la salud de la población y en la economía. El Covid-19 ha puesto de rodillas al mundo entero y tapado la boca a irresponsables presidentes que minimizaron la gravedad de la situación y hoy desesperados buscan retroceder el reloj.

Es larga la lista de las decisiones gubernamentales. También son innumerables los gestos de grandeza de muchas empresas y personas que pusieron por encima de sus calculadoras la solidaridad y la ética en tiempos de crisis.

El coronavirus trae quiebras, desempleo y hambre en los sectores más vulnerables.

Y es aquí donde el Gobierno jugará su batalla más importante.

A CORTO PLAZO. Las decisiones oficiales buscan reducir los costos en la economía. No todos los sectores serán beneficiados. El sector comercios y servicios, que es el que más genera empleo, aún no tiene respuestas convincentes. La ministra del Trabajo, Carla Bacigalupo, confirmó que desde el 9 de marzo hasta hoy ya fueron desvinculados 1.500 trabajadores. Otras cifras invisibles corresponden al mayoritario trabajo informal y que ya están en desesperación.

Las medidas de mayor impacto requieren la aprobación del Congreso como el préstamo de mil millones de dólares y el proyecto de modificación del presupuesto para direccionar 45 millones de dólares de municipios y gobernaciones al plan de contingencia sanitaria. Este punto no será fácil. Intendentes y gobernadores no largarán tan fácilmente la mamadera.

A LARGO PLAZO. Paraguay tiene la inmejorable oportunidad para dejar atrás sus atavismos institucionales y sembrar nuevas formas de funcionamiento del Estado. Basta de parches. Así como se blindaron instituciones como Hacienda, BCP y BNF luego de la crisis financiera de los `90, ahora es el momento de dar el golpe de timón. Es la oportunidad única que tiene el presidente para aplicar medidas más profundas a pesar de los lamentos y las trabas de los privilegiados de siempre.

No se pide magia. Simplemente aprovechar las medidas de emergencia para ir inoculando institucionalidad. Desde las pequeñas acciones como la entrega de kits de alimentos. Institucionalizar la acción involucrando a instituciones creadas para el efecto como el Ministerio de Acción Social y el Gabinete Social y la SEN en la parte operativa, además de organizaciones civiles prestigiosas como contraloras. Es una oportunidad única para involucrar a la sociedad en la vigilancia del uso de SU dinero.

La epidemia también visualizó las debilidades de numerosas instituciones del Estado, pilladas en su eterna imprevisibilidad y carente de músculos en cuanto al trabajo cooperativo. Es una brillante oportunidad para reforzar las capacidades administrativas y el ejercicio del control del dinero público.

En medio de todo esto están los buitres de siempre. Los que van a pervertir los kits alimenticios, los que se aprovecharán de las licitaciones directas, esa eterna danza de la corrupción público/privada, los que se resisten aún a pagar más impuestos a pesar de sus ganancias millonarias. Son los que más cuestionan, pero los que más aprietan sus bolsillos a la hora de construir un país más equitativo.

LA FICCION DE LOS SEGUROS VIP. Y por supuesto, lo más importante. Entender de una vez por todas que hay que fortalecer el sistema de salud pública en el país. El Covid-19 vino a ratificar lo que siempre se supo. De 7 millones de habitantes, 5 millones no tienen ninguna cobertura de salud. Es decir el 73%; el resto está en IPS (19%) o en seguros privados (7%). Es hora que los poderes del Estado entiendan que no hay otro camino. La costosa salud privada no es la solución. Solo los multimillonarios pueden aguantar una quincena en una terapia privada. El Estado gasta anualmente 100 millones de dólares en seguros vip para sus funcionarios, quienes migrarán a la salud pública si por desgracia el coronavirus toca su puerta.

El Gobierno ha recibido elogios por sus decisiones rápidas y drásticas en tiempos de emergencia. Pero si Marito quiere dejar una huella más profunda en la institucionalización del país, el coronavirus es hoy su mejor aliado.

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