15 feb. 2025

Opáta la mundo

Arnaldo Alegre

Diciembre está que arde. El brindis de esta noche será el 340 o 442. Los números ya se vuelven confusos a esta altura. Gracias a internet, a las tradicionales despedidas de fin de año con los compañeros de trabajo se suman ahora las despedidas con los ex compañeros de la escuela, los ex compañeros de colegio, los ex compañeros de la facultad, los del grupo del fútbol del Exa, las madres de los compañeritos del hijo, las madres divertidas de los compañeritos del hijo... y sigue la suma.

A la par de la fiebre de amistades circunstanciales paridas a la luz de la tecnología actual, crece exponencialmente el número de personas tratadas por ansiedad y otros desequilibrios sicomentales.

Hay ansias de llenar la nada con más nada. Se está dejando de lado el disfrute y solo se busca el aturdimiento. La recompensa rápida. Las sensaciones inmediatas. Emociones fuertes que también suelen desembocar en adicciones al juego, al sexo o a las drogas.

Estamos asistiendo –aseguran algunos analistas– al nacimiento de la era del homo entertainment; es decir, del hombre entretenimiento. Ya dejamos de ser consumidores pasivos. Ahora somos protagonistas y productores del show de nuestras vidas o al menos de la parte que nos animamos a mostrar.

A diferencia de la fábrica de sueños hollywoodense, cuyo consumo amerita un esfuerzo personal importante, la fábrica de sueños personales no obliga a más esfuerzo que comprar un celular, tener saldo o conectarse a un wifi gratuito para mostrar al mundo nuestra felicidad o lo que creemos que ella es.

Todos nos ven, pero pocos nos miran. El homo entertainment ha heredado del Homo sapiens la sociabilidad y la está llevando a una exacerbación sin precedentes. La conectividad es el nuevo estatus social. Cuanto más estás en las redes, más creés que sos algo. Ya no es más ser o no ser; ahora es estar o no estar.

Precisamente las fiestas sobreexcitan el exhibicionismo personal y sumergen a las personas en un mar de sentimientos contrapuestos. La sed de estar es más acuciante que la necesidad de ser. Queremos estar con los ausentes, con todos los seres queridos presentes, con los olvidos necesarios y con los nuevos recuerdos. Pero evitamos estar con nosotros mismos.

Esta noche hay que tomarse unos minutos con uno mismo o con la familia y desconectarse del exitismo y enfocarse en lo importante.

Brinden por el perdón con justicia, por la justicia sin venganza, por el amor sano, por la salud, por la verdad, por la alegría y por un 2018 lleno de plenitud.