23 abr. 2024

Nuestra referencia, ¿la realidad o el sueño?

Carolina Cuenca

Varias reflexiones surgieron ayer luego de la marcha de padres de familia y organizaciones civiles que rechazan el empleo de los presupuestos de la ideología de género en la educación, especialmente, en los programas de educación sexual, ya que esta teoría impulsada políticamente afirma que la sexualidad es una simple construcción cultural y que la naturaleza manifestada en la dimensión biológica no importa a la hora de “construir” la propia identidad. El ministro de Educación les expresó a los manifestantes que respetaría la Constitución Nacional y citó los artículos que protegen la familia como referencia. Está bien, siempre que la Constitución y las leyes reconozcan el valor de lo que está antes que el Estado en la sociedad, custodiada por la familia, y me refiero a la persona con todas sus dimensiones y dignidad.

Justamente, sobre este tema de las referencias venimos reflexionando con otros profesionales preocupados por la proliferación de conductas inapropiadas que se expanden en la sociedad. Todos nos angustiamos ante la posibilidad de descontrol social y muchos quisieran crear un sistema tan perfecto que desligue a la mayoría de tener que enfrentar las causas reales de la inseguridad. Como si el Estado, sus programas y sus leyes pudieran crear mágicamente personas virtuosas, autocontroladas, sin involucrar realistamente a las personas y sus grupos primarios.

Existen dos tentaciones al respecto, una la de intentar crear desde el Estado en alianza con el sistema de gobernanza globalista un sistema referencial donde se eliminan las instituciones sociales intermedias y se enfatiza el rol controlador del Estado ante individuos-ciudadanos utópicos con “permiso” para autoconstruirse y deconstruirse sexual y moralmente como quieran, siempre y cuando sigan al pie de la letra las indicaciones del Poder de turno en materias económicas, demográficas y políticas. Es una suerte de seudocontrato social con fachada de “consenso” (en realidad toda la receta a aplicar ya está indicada de antemano), donde el poder político se apodera de un espacio que no le corresponde con anuencia de los mismos ciudadanos-votantes que rehúyen participar del cambio en primera persona. La familia, la Iglesia, las organizaciones civiles independientes son vistas como un enemigo a apartar de la vida pública, y se las desmerita como referentes.

La otra tentación es la de la negación del rol positivo que para el bien común puede tener una intervención subsidiaria del Estado, reconociendo la primacía de los padres en la educación de sus hijos y sustentando esta intervención no solo en la ley, sino en algo anterior que es la naturaleza de las personas que constituimos la sociedad y que tenemos un bagaje de valores y experiencias que deben ser tenidos en cuenta sin complejos de inferioridad, incluso, ante organismos internacionales que buscan sus propios intereses.

Las referencias son necesarias, deben ser claras y deben tener una correspondencia con la realidad, con la verdad intrínseca de temas tan importantes como el sustento biológico de la sexualidad, el rol insustituible de la familia, la libertad de conciencia, etc.

El sueño como referencia es una trampa a la libertad, ya que esta siempre parte de una persona con uso de su razón y de su voluntad, no de una entelequia autoconstruida antojadizamente, sin identidad fija y manipulable por el Poder.

La democracia sin libertad de conciencia y de enseñanza no es democracia real. Es un totalitarismo de guantes blancos que pretende mantener a los ciudadanos anestesiados y controlados. Cuando el Poder censura la verdad y desvaloriza la libertad, la sociedad en vez de progresar, involuciona. Es lo que está pasando en otras naciones con la aplicación del experimento sociopolítico inspirado en la ideología de género. ¿A quiénes les conviene adoctrinar a una generación para que quede sin referentes, deconstruida y alienada? Ñapensamína.

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