19 abr. 2024

¿Normalidad?

Frecuencia. Pese a resolución del VMT sobre cumplimiento de frecuencia, continúan reguladas de los transportistas.

Frecuencia. Pese a resolución del VMT sobre cumplimiento de frecuencia, continúan reguladas de los transportistas.

Foto: Archivo ÚH.

El biorritmo de la población mundial se ralentizó obligatoriamente y el confinamiento opacó la movilidad del mundo. Se potenció el teletrabajo y el hogar se convirtió en oficina para mucha gente. Un año y medio de restricciones, cero turismo, cero salidas, casi todos encerrados.

Llegaron las vacunas y la aplicación permitió aminorar la curva de contagios y muertes, se lograron respiros importantes y el Paraguay, entre otras naciones, está ahora oxigenando su devenir con reaperturas muy necesarias y un tránsito hacia una nueva normalidad.

El cada vez mayor dinamismo permite cierta recuperación en los ingresos, además de ir aminorando la penosa deuda en la que cayeron muchas familias, que debieron asumir pasivos por parientes internados, ante la insatisfactoria respuesta del Estado para brindar la cobertura correspondiente.

Además del flagelo del coronavirus, la sociedad tuvo que observar impávida a muchas figuras del poder seguir practicando el desvío y malversación de fondos públicos, que debían ser destinados a la contención del impacto de la pandemia. Como si nada, aquellos continuaron el carnaval de despilfarro, mientras se exigía a la población la obediencia ciega para no elevar el nivel de contagios.

Pero lo que parecía una disminución de los hechos de violencia en torno a accidentes estrepitosos, asaltos, hurtos, asesinatos, recobró últimamente los espacios en los medios y se vuelve a la lista de sangre en cuanto a percances que, sobre todo los fines de semana, copan las camas del Hospital de Trauma y engrosan las estadísticas de lo que ya era una normalidad antes de la pandemia.

Descontrol, irresponsabilidad, falta de apego a la vida y otros factores pueden converger para explicar el fenómeno que, con la curva aminorada de contagios y la primavera que había descomprimido los diarios informes sanitarios, detonan ahora de nuevo los registros policiales, en un escenario en que el círculo vicioso de la pobreza golpea con más fuerza, al acrecentarse la franja de personas que quedaron sin el sustento diario y deben rebuscársela en un mercado cada vez más hostil.

Ni qué decir la escalada inflacionaria, que sacude el bolsillo y agrega más desazón al espíritu colectivo, contribuye a seguir expulsando a quienes ya están por debajo de la línea de pobreza y subyuga a quienes permanecen “bajo el puente”.

La sociedad está más irascible, cunde el desgano y aparecen válvulas de escape con violencia cotidiana muy preocupante. Uno se pregunta cómo decantará esta nueva normalidad, al reincorporar cierta naturaleza en la cotidianidad urbana, cuando se observa el despojo de lo poco que puede conseguir el ciudadano (un celular, una moto, pertenencias varias) con su sacrificio, de manos de marginales que actúan a la luz del día, a veces con saldo de vidas inocentes.

Además, el riesgo que sigue habiendo de avanzar hacia una nueva ola de contagios y copamiento de los pocos espacios hospitalarios disponibles también resalta, al cotejar los datos diarios y el aún ralentizado sistema de inoculaciones. Cuesta a muchos comprender que la pandemia aún no acaba y que urge vacunación más masiva para contener mayores peligros a la población.

Las autoridades, en general, no acusaron recibo de la problemática vigente y continúan enfrascadas en mover piezas clave para reasegurar los espacios de poder, ya que 2023 está a la vuelta de la esquina y se van perfilando las figuras que aspirarán al sillón presidencial y a los curules del Parlamento, entre otros cargos.

Mientras, la ciudadanía asiste al fragor constante de la lucha, huérfana de opciones y librada muy a su suerte cuando debe enfrentarse a motochorros, al pésimo servicio del transporte público, a los precios incontenibles de la canasta, a la iniciática tercera ola de Covid-19 y al desgobierno que surge de la angurria por permanecer en la burbuja estatal, donde ni se sintieron las privaciones.

Lo cierto e ineludible es que la presente normalidad ya va adquiriendo ribetes de distopía.

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