16 dic. 2025

Ni formal ni sustantiva

La quinta intempestiva

Sergio Cáceres Mercado

caceres.sergio@gmail.com

Cuando uno busca la palabra “democracia” en el diccionario de ciencias políticas de Norberto Bobbio (un clásico en el área), se encuentra con una acepción diferenciadora más que interesante; se distingue entre democracia formal y democracia sustantiva. Dice en una parte: “Según una vieja fórmula que considera a la democracia como gobierno del pueblo para el pueblo, la democracia formal es más que nada un gobierno del pueblo, la democracia sustancial es más que nada un gobierno para el pueblo”.

No nos detendremos acá en el desarrollo que hace Bobbio de estos tipos de democracia, ni de las críticas provenientes de Sartori o Lizcano. Nos interesa pensarlos a la luz de la realidad paraguaya. Aunque ya no existe la situación geopolítica (Guerra Fría) que justificó en su momento tal distinción entre democracias, aún es totalmente válida desde la definición que acabamos de citar y que es mucho más antigua. En nuestro caso, pareciera en un primer momento que Paraguay logra algunos requisitos para encuadrarse como democracia formal. Se cumplen los “universales de procedimiento” tales como el sufragio universal, dispositivos para que cualquiera pueda candidatarse, etcétera.

Sin embargo, mirado más de cerca, sabemos que justamente nuestra democracia peca de ser demasiado formal en su superficie. El punto neurálgico lo vemos en el sufragio, donde es muy cierto cuando se dice que nuestra gente vota pero no elige. Y eso está muy relacionado con su nivel socio-económico y educativo. La venta de votos es una realidad innegable y que se da en números alarmantes, especialmente en las ingentes franjas de pobres de que hace gala el país. En esta corrupción están metidos hasta la mata los partidos políticos, otro de los “pilares” de la democracia formal

La baja participación y la alta compra de los votos gracias a la demanda de los partidos políticos, nos llevan a descartar aquello de que somos una democracia formal porque tenemos un gobierno del pueblo. Esto solo es válido cuando se entiende pueblo como sinónimo de ciudadanía, esto es, una masa crítica que vota a conciencia, eligiendo al candidato según un estudio programático y libre de influencias venales.

¿Y de la democracia sustantiva qué? Esta acepción se centra más que nada en las políticas dirigidas al pueblo, de ahí que es una democracia “para” el pueblo. Por este rumbo estamos más que aplazados. Solo en el anterior gobierno hubo un amague de lograr esto y ya vieron como fue rajado sin miramientos. Si un gobierno seriamente piensa gobernar en beneficio de la mayoría, tendrá que tocar intereses de sectores poderosos que no se dejarán amedrentar, por aquello de que son ellos realmente el poder detrás del poder.

En conclusión, ni democracia formal ni sustantiva para el Paraguay. Al menos para esta definición de Bobbio no somos democráticos, y para muchos de nuestros vecinos tampoco. Habrá que buscar otra que nos calce.

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