La situación que atraviesa la Policía Nacional es preocupante. Esto, teniendo en cuenta los diversos hechos en los que algunos de sus miembros están implicados, uno de ellos el asesinato de un ciudadano suizo ocurrido en Paraguarí, así como también los violentos asaltos en la zona, raptos, extorsiones y otros sucesos delictivos.
Recientemente, durante la celebración del Día del Agente, el comandante de la Policía, Carlos Benítez, reconoció el mal momento que atraviesa la institución e indicó que el tema de la corrupción dentro de la Policía no solamente atenta a la seguridad de la ciudadanía, sino también compromete a la misma institución, considerando la información sensible que administra y afecta a la institución.
Benítez instó a los uniformados a actuar con rectitud, para mantener la confianza de la ciudadanía y a la sociedad en general pidió depositar esa confianza en los uniformados. “A todos los habitantes de la República les solicito nuevamente que confíen en su policía, que nos sigan otorgando ese voto de confianza que nos alienten y nos ayuden a reivindicar a esta institución”.
Recuperar la confianza en la Policía no será una tarea fácil, puesto que las malas experiencias y las irregularidades se fueron acumulando sin que autoridad alguna tomara las decisiones y las medidas necesarias. Pero se deberá trabajar arduamente para recuperarla, ya que la corrupción y la impunidad también han acampado en esa institución como en tantas otras instituciones del Estado. Por todo eso, será necesario plantear nuevas estrategias.
Estas nuevas estrategias deben ser coherentes y estar coordinadas por lo que de una vez se debe avanzar en la reforma de la Policía. Una lucha contra la delincuencia, contra el narco y contra el crimen organizado no será posible si antes no se produce una profunda renovación y modernización de la institución.
Para comenzar, es necesario mejorar los procesos de selección de los agentes, considerando la delicada tarea que supone para los agentes estar a cargo de la seguridad interna. Resulta más que evidente que hay personas que no pueden integrar el cuerpo, como suficientemente ha quedado demostrado, por lo tanto las filas deberán ser depuradas. Pero antes de avanzar será un imperativo contar con un diagnóstico exacto de la situación, de modo que se puedan atacar las causas subyacentes.
A principios de año, desde el Instituto Superior de Educación Policial (Isepol), su director reconocía el déficit de policías y apuntaba a que se necesitan al menos 60.000 uniformados. Actualmente, se cuenta con 25.000 efectivos en actividad, de los cuales 4.000 realizan trabajo administrativo y solo 21.000 son operativos. Otro dato alarmante que no se puede dejar de lado es la suspensión temporal de 22 agentes policiales por adicción a las drogas y, a la vez, se agregan a otros 21 uniformados que habían sido desvinculados por cometer diversos delitos.
Un agente fue sindicado como asaltante de conductores de plataformas; otros fueron denunciados por un docente de la comunidad indígena Angaité en Concepción por tortura y malos tratos. En esta oprobiosa lista de malos actos deben ser mencionados también los recurrentes casos de violencia policial, conocidos como gatillo fácil, además de los polibandis.
La Policía Nacional tiene asignado el rol de encargarse de la seguridad interna y en ese rol debe preservar el orden público, cuidar los derechos y la seguridad de las personas. Debe prevenir e investigar los delitos y, por supuesto, no cometerlos.
El país y la ciudadanía toda necesitan una Policía que cuide y garantice sus derechos, por lo tanto, es urgente una refundación de la Policía Nacional, no solo algunos cambios.