06 nov. 2025

Navidad sin desalojos

Dicen los evangelios que Jesús nació en una pobre cabaña donde guardaban los animales. A María y José se les prohibió la entrada o fueron desalojados, si lograron entrar, del cercado donde los pobres dormían de noche previa la entrega de algunas monedas. La sagrada familia no las tenía.

En pleno siglo XXI los desalojos de campesinos son una repetición, que nunca acaba. Van acompañados de jueces y fiscales con abundantes policías, usando modos violentos.

Y exigimos en esta Navidad que no haya más desalojos de campesinos e indígenas como últimamente ha habido en Curuguaty, Gyahory, Sauce, etc. por muchas razones.

Primera, porque ya quedan pocas tierras para campesinos (el 80% está en manos del 2% que son ganaderos y sojeros). Cada desalojo significa que pasan a manos de latifundistas varios centenares o 1.000 o más hectáreas.

Segunda, porque dado que la recuperación de estas tierras, cuando haya un gobierno honesto, va ser comprándosela a los latifundistas y no hay tanta plata en el Paraguay, no conviene aumentar la cantidad de tierra a comprar luego.

Tercera, porque esta es una buena ocasión para lanzar una campaña nacional sobre “Este es el último desalojo”. El presidente busca la reelección y cada desalojo puede llegar a ser como un referéndum contrario a la reelección en el corazón de muchos votantes ya concienciados. Crece el número de paraguayos que se oponen a esta expulsión de campesinos.

Cuarta, porque aun riéndose el Gobierno de esta campaña y no haciéndole caso, al hacerla le damos un fuerte apoyo a nuestros compañeros campesinos desalojados. Sufren mucho y están desamparados y solos. El estar decididamente con ellos es el mayor apoyo que todos les podemos dar.

Quinta, porque el frenar los desalojos es el primer paso para una reforma agraria, que no es sino el no contentarnos solo con la tierra sino el exigir además ayuda técnica, caminos de todo tiempo, mercados y préstamos.