En la homilía de este domingo en la Basílica de Caacupé, el monseñor Celestino Ocampos, obispo de Carapeguá, recordó que el 26 de setiembre de 1569 se imprimió la primera biblia en español.
También, este mes se recuerda a San Jerónimo, patrono de los biblistas y gran estudioso de las Sagradas Escrituras.
“Estas son algunas de las razones por las que celebramos el mes de setiembre como mes de la biblia”, comenzó explicando.
Igualmente, indicó que por mucho tiempo el pueblo de Dios no tuvo acceso a la Palabra de manera directa, pero desde el Concilio Vaticano II se dio esa posibilidad.
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La Biblia fue traducida a la lengua vernácula de cada pueblo, de cada país y, desde entonces, la Palabra estuvo al alcance de todos”, detalló.
Consideró que la Palabra de Dios “realmente da vida, nos entusiasma y nos da ese impulso que necesitamos para seguir al Señor con entusiasmo”.
La biblia debe ocupar un lugar destacado
El obispo siguió reflexionando que tenemos dos alimentos: el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía.
“La Palabra siempre nos prepara para la Eucaristía”, prosiguió y dijo que si queremos conocerle a Cristo “tenemos que recurrir a la Sagrada Escritura”.
Acotó que la Escritura Sagrada que no solo debe ser leída, sino también “orada, meditada, contemplada y encarnada en la vida, es decir, puesta en práctica”.
En otro momento de su reflexión, afirmó que la biblia tiene que ocupar un lugar destacado en cada familia y tiene que ser leída diariamente.
“En cada familia la Biblia ocupe un lugar destacado y pueda ser leída diariamente, aunque sean algunos párrafos o algunos versículos”, enfatizó.
En ese contexto sostuvo que la Palabra de Dios “nos debe llevar siempre al encuentro con Cristo”.