Cualquiera que ose sugerir una solución a algún problema o realice una crítica sobre algo que no funcione bien, siempre termina siendo señalado por algo irreal, descalificado por el apellido, cuestionado por su figura o condenado por decir la verdad.
En todos los casos se hace honor al dicho que afirma que cuando uno señala la Luna, todos miran y cuestionan al dedo que la muestra.
Pasa en la política de seguridad que viene teniendo suficiente crítica desde los inicios de la democracia.
Se cuestiona la calidad de la Policía. Se afirma que no está preparada para la tarea de investigación como estuvo para la represión, y que muchos se hacen policía para comer algo seguro a fin de mes.
Si esto fuera verdad, lo que cabría hacer es reformar la manera de reclutar a los futuros uniformados. ¿Se ha hecho algo sobre esto? Sinceramente: nada.
Ni se cambiaron la malla curricular, los profesores y menos aún la manera de reclutarlos. El cuerpo de seguridad sigue adoleciendo de los mismos defectos de siempre cuando hoy la tarea de represión y contención del delito requiere 90% de inteligencia y 10% de fuerza.
Hasta en esto hoy la educación marca la diferencia entre los países más seguros de aquellos que no lo son.
Cuando se trata de enfrentar el crimen desde el Poder Ejecutivo, el ministro del Interior, abrumado y superado por la situación que le toca administrar, cuestiona al Congreso por no haber pasado una ley que supuestamente hubiera evitado el chantaje del grupo delincuencial que tiene en su poder a Fidel Zavala.
Mientras se cuestiona la demora, lenidad y escasa capacidad para encontrar al secuestrado, el Ejecutivo dice que el problema es con la abortada ley, cuando con o sin ella no hay ninguna razón para presumir que las cosas se hubieran dado de manera diferente a la que se dieron.
El presidente Lugo le debe a la sociedad paraguaya unas palabras de sinceridad sobre cuánto y cómo en realidad conoce a los supuestos secuestradores. Cuál ha sido su relación con ellos en sus tiempos obispales y de campaña electoral, y por qué este grupo ha decidido pasarle la factura secuestrando a un ganadero, y en su nombre a un pueblo que depositó en su Policía y en sus militares el monopolio de las armas.
Lugo no podrá rehuir esta responsabilidad ante la historia. Mientras no lo haga, la sensación de ausencia de voluntad para encontrar, liberar y reprimir a los delincuentes será de complacencia o acaso complicidad con el delito. Y si eso es así, estamos ante un escenario de conflictos y anarquía muy cercano.
No es suficiente decir que se posee un cuerpo armado y no poder encontrar a 15 secuestradores y 60 cómplices, que, según un “arrepentido”, sería todo el potencial del EPP.
Estamos hablando de 15 mil policías y un número igual de militares que son incapaces -90 días después- de saber dónde está Zavala para rescatarlo con vida y sancionar a sus captores.
Hay disponible incluso inteligencia internacional dispuesta a colaborar, como lo hizo contra los narcotraficantes últimamente detenidos. No echar mano de ella es por lo menos, en el menor de los casos, un asunto sospechoso.
Esta semana hemos sido probados a fondo en nuestra tolerancia hacia el crimen y hemos visto que los poderes del Estado distrajeron su incapacidad señalándose mutuamente los errores, cuando en realidad lo que todos mostraban era el desconcierto de saberse chantajeados y humillados por una centena de delincuentes que diariamente señalan al Gobierno de Lugo su incapacidad de capturarlos y castigarlos.
Todos mostramos la Luna y desde el Gobierno cuestionan el dedo que la señala.
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