03 dic. 2024

“Me decían el Hombre Araña, porque subía las escaleras sin una pierna ni prótesis”

José Vázquez tiene 22 años y se dedica a la reparación e instalación de aire acondicionado. Perdió una pierna y se ingenió para trepar escaleras y realizar cargas, inclusive antes de tener prótesis. El apoyo de su familia fue clave.

José Vázquez joven con prótesis.jpg

Ejemplo de superación de joven con prótesis

Tenía 17 años cuando un accidente en moto me cambió la vida. Regresaba a casa luego de jugar fútbol cuando por el camino choqué contra una cuneta y me fracturé la rodilla.

Me llevaron hasta el Hospital de Villarrica, porque yo soy de la compañía Aquino Costa de Félix Pérez Cardozo, Departamento de Guairá. Me enyesaron y regresé a casa. Pensé que me pusieron bien en su lugar la rodilla, que todo iba a sanar pronto. Pero había sido que la vena principal se rompió y no me dijeron nada.

Al tercer día de estar enyesado, se coaguló todo en la zona de la rodilla y volví al hospital. Me hicieron ecografía doppler y confirmaron que mis venas ya estaban rotas y se estaba complicando. Urgente me derivaron al Hospital Nacional de Itauguá hasta donde me acompañó mi mamá, quien me daba fuerza; el dolor era insoportable porque la sangre no circulaba, ha’ete umi tãirasýicha (parecía como un dolor de diente).

Llegamos en menos de dos horas y me metieron para operación. Al despertarme encontré un feroz clavo en la rodilla. Los doctores trataron de salvarme la pierna porque decían que una de mis venas aún funcionaba, las demás ya no, por eso me advertían que si no había caso iban a cortarme. Y así fue, después de muchas otras operaciones no hubo caso.

ETAPA DE CAMBIOS

Regresé a casa después de un mes de que me hayan amputado la pierna. Volví al colegio, pero solo por un tiempo, me llevaba en moto un vecino, pero cuando él terminó su curso ya no tenía con quién ir. El colegio quedaba como a siete kilómetros de distancia por tierra colorada.

Dejé el colegio y andaba encerrado en mi pieza, bajoneado. Mi familia me animaba para que salga, que aproveche mi juventud. Pero yo no quería porque me miraban mucho la gente y me daba vergüenza.

Estaba sin hacer nada después de que trabajé desde chico. A los ocho o nueve años ya andaba detrás de mi papa takuaratype, echando caña dulce para las empresas azucareras. Por suerte, el bajón tuve solo un año, después en mi mente estaba querer trabajar nomás luego.

TIEMPO DE MIGRAR

Para las fiestas de Navidad llegaron unos parientes de Ciudad del Este y un primo me invitó para ir a trabajar hacia ahí. Primero no me animaba, dudaba y él me insistió hasta que decidí y salí de casa a los 19 años.

Primero trabajé en un estacionamiento cuidando autos hasta que vino la pandemia y se cerró todo.

Después de un tiempo, mi primo mandó arreglar su aire y le comentó al técnico, que se llama Christian Peña, que yo quería trabajar y me invitó para ir a trabajar con él. Me dijo que podíamos tener suerte y conseguir para mi prótesis, ya que tiene muchos conocidos; y me fui.

Empecé abriendo unos cuántos aires acondicionados. Christian me mostraba cómo se arreglaban y así fui aprendiendo. Me decía que me quede nomás abajo para mirar y él se subía, pero yo no me quería quedar. Un día, chiplé ajupíntema che (me subí nomás ya). Cuando estaba arriba se sorprendió y me dijo: “Qué hacía ahí, ndeko el Hombre Arañaite voi ra’e” (risas).

Para subir usaba más la fuerza de mis brazos, porque no tenía prótesis. Después ya me subía continuado y la gente que pasaba se quedaba y hasta me sacaban fotos, ohecharamopa, se asombraban, me felicitaban y eso como que me levantó el ánimo.

ANHELADA PRÓTESIS

Entre la gente que pasaba y me miraba, una vez, cuando estábamos trabajando en Hernandarias, pasó un doctor y me vio cuando yo estaba bajando las herramientas y se quedó. Le llamó primero a mi socio para preguntar quién era yo, qué me paso. “Iguapoitéiko”, dijo. Después el señor ya me llamó y me comentó que la Fundación Tesãi tiene un programa y hace donación de prótesis.

“¡Legal pico! ¿Cómo puedo hacer?”, le pregunté ya entusiasmado. Me explicó que debía enviar mis datos y me ayudó. Después de dos o tres días ya me llamaron.

Fueron hasta mi casa para hacerme todas las mediciones y yo no podía creer. Siempre había alguna persona con dinero que me decía que iba a ver, que me iban a donar, pero nunca cumplían.

Mi familia primero me había gestionado la prótesis en la Secretaría Nacional de Discapacidad (Senadis). Me salió para mi pilón de marcha, pero como teníamos que ir y venir por el tema de los papeles costaba mucho en ese entonces, porque era muy caro el pasaje, no es que te vas nomás hasta Asunción.

Cuando me salió lo de la fundación, tenía una gran felicidad. Iba a dejar las muletas que me cansaban, por cuatro años usé el de madera y un año el de metal, era resbaloso, en los pisos, che ra’a, era mortal.

Mi otra pierna me dolía, siempre estaba hinchada porque toda la carga iba en ese lado. Me sentaba y calculaba, tenía miedo de perder ese lado también. Ijetu’úko (es difícil).

Después de un mes, me llamaron los de Tesãi a avisarme que mi prótesis ya estaba. “Vení buscá nomás ya”, me dijeron. ¡Nderaitýre, me puse a llorar, iba a volver a caminar! Enseguida le llamé a mi mamá a contarle y ella lloró conmigo, me dijo que estaba orando mucho para que me salga. Mi papá es más callado, pero también estaba contento.

Christian me llevó hasta la fundación, llegamos y me colocaron, me hicieron los ajustes y al instante ya empecé a caminar. Al principio me costaba y me caía, pero luego ya me adapté y se me terminó el cansancio por las muletas.

Ya salí a hacer caminata y hasta volví a ir a la fiesta porque antes me iba, pero estaba incómodo con mi muleta, no me hallaba porque me miraban mucho. Con el tiempo, me gustaría volver a jugar vóley también.

PROYECCIÓN

El próximo año quiero terminar el colegio de noche. Luego me gustaría estudiar la parte de electromecánica.

Después de lo que me pasó, mi consejo para los jóvenes es que estudien, que busquen la superación y no se entreguen a la vagancia.

Las personas que quieran contactar con José para el servicio de reparaciones o instalación de aire, sobre todo en zona de Alto Paraná, los números habilitados son: +595 (975) 966-018 o +595 (973) 207-279, que son los teléfonos de sus amigos, ya que el joven se encuentra sin celular actualmente.

La gente que pasaba ohecharamopa porque sin tener una pierna estaba trabajando arriba. Se asombraban y hasta me sacaban fotos y eso como que me levantó el ánimo.

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