Tras dos años de pandemia el cansancio y hastío de la población es entendible, sin embargo, no es el momento de arrojar la toalla y olvidar los grandes esfuerzos que se han hecho, particularmente teniendo siempre presente a todos aquellos que han sufrido pérdidas irreparables.
El Covid-19 llegó para convertirse en una suerte de tsunami que golpeó duramente a toda la humanidad, y fue especialmente nefasto con los sistema de salud y las personas que viven países con altos niveles de desigualdad.
El Paraguay, cuyo sistema de salud ya era frágil y escaso antes del inicio de la pandemia también recibió el impacto. Hoy el país llora a más de 17.000 muertos; y todavía recuerda las horas más críticas vividas el año pasado cuando el sistema colapsó por la falta de camas en terapia intensiva y medicamentos. En aquellas horas críticas se vio el músculo solidario de la sociedad, y al mismo tiempo quedó expuesta una vez más la mezquindad de los políticos paraguayos. Muchos de los casos de corrupción perpetrados en plena pandemia, mientras miles de paraguayos fallecían por falta de medicamentos, están impunes.
Afortunadamente hay un aspecto del que siempre podremos sentir orgullo, y es el que tiene que ver con el tipo de cuidados sanitarios que fueron implementados en el país, los cuales fueron adoptados masivamente y son una razón importante para evitar los contagios. La habilitación de lavamanos en instituciones y comercios, así como el uso de las mascarillas resultaron muy eficientes.
Ahora que prácticamente se han levantado las principales restricciones para la población no se deben perder los buenos hábitos adquiridos; en particular por el hecho de que estamos comenzando a observar el repunte de contagios y de internados que precisan terapia en los hospitales.
Este es un escenario muy diferente al que se vivió en el año 2021 cuando el sistema de salud colapsó. Hoy disponemos de una herramienta fundamental para pelear contra el virus, se trata de la vacuna, cuya eficiencia y seguridad no pueden ser cuestionadas.
Como bien se sabe, la protección que aportan las vacunas no es al 100%; no obstante la evidencia ha demostrado que el refuerzo, es decir la tercera dosis, aumenta la protección en 70 a 80% para las formas graves.
Precisamente por esta razón se debe insistir en vacunar a toda la población, para evitar que el país vulva a vivir aquellas horas aciagas de la crisis sanitaria.
También se debe insistir en la necesidad de contar lo más pronto posible de las vacunas pediátricas, para inmunizar a los infantes de 5 a 11 años de edad, mientras prosigue la campaña de vacunación con el grupo de personas de 12 años en adelante.
Según datos de las autoridades de Salud, los eventos adversos a la vacuna reportados en Paraguay se encuentran en el orden del 0,003% en relación al total de dosis administradas, lo que equivale a decir que son mínimos. Hasta el 22 de febrero, fueron administradas 7.281.308 dosis a un total de 3.510.072 personas, según el sistema de registro de vacunación anti-Covid. Es momento de continuar el plan de vacunación, que llegue a toda la población, para que de esta manera podamos superar la pandemia.